Cien años de los tres disparos que acabaron con la monarquía portuguesa

Redacción digital

INTERNACIONAL

El uno de febrero de 1908 tres disparos acabaron con la vida del rey Don Carlos y el príncipe heredero, Luis Filipe.

31 ene 2008 . Actualizado a las 12:34 h.

Primero de febrero de 1908. Seis de la tarde en Lisboa. Bajo las capas de dos conjurados se esconden las armas que acabarían de tres disparos con la vida del rey Don Carlos y el príncipe heredero, Luis Filipe. La monarquía portuguesa estaba herida de muerte.

Este viernes se cumplen cien años del día en que aquellos dos miembros de la sociedad secreta Carbonaria, revolucionaria y anticlerical, cumplieron su plan de asesinar al rey de Portugal, cuya muerte desembocó dos años más tarde en la instauración de la República.

Portugal recuerda estos días aquel suceso que provocó el establecimiento de su actual sistema político, aunque con poca pompa.

El presidente de la República, Aníbal Cavaco Silva, asiste a la inauguración de una estatua conmemorativa del Rey en la localidad de Cascais, cercana a la capital, mientras que la prevista presencia de dos regimientos militares en una ceremonia en el local del regicidio fue prohibida por el ministro de Defensa, Nuno Severiano Teixeira, al considerarla inapropiada.

Para recordar la efeméride, se celebra también una misa en la Iglesia de Sao Vicente de Fora, donde se encuentra el Panteón Real, y un homenaje por parte de los pocos monárquicos que aún quedan en el país y que realizan además una recogida de firmas para que el uno de febrero sea declarado día de luto nacional.

Los autores de los asesinatos reales también serán recordados con una romería hasta el cementerio del Alto de Sao Joao, donde fueron discretamente sepultados tras el regicidio a las tres y media de la madrugada.

Del asesinato del rey Don Carlos, que gustaba de las corridas de toros y los fados, hoy queda en Portugal una placa conmemorativa, las marcas de balas en las columnas de la plaza lisboeta donde cayó muerto y una República de casi un siglo de vida. Diecinueve años antes, cuando empezó su reinado, el monarca, hijo de Luis I y María Pía de Saboya, había sido recibido con gran alivio en la corte portuguesa después de la muerte de tres hijos varones.

Pero su reinado sufrió numerosas crisis políticas y una mala gestión de las colonias, lo que dio brío a las aspiraciones republicanas.

El descontento llevó a que el 28 de enero de 1908 se produjese un intento de golpe de Estado, cerrado en falso por el entonces presidente del Gobierno, Joao Franco, con el apoyo del propio Rey, aunque se mostró ya consciente de los peligros que se cernían sobre la monarquía.

No obstante, el monarca no pudo prever el trágico desenlace que se iba a producir sólo 12 días más tarde, cuando regresaba a Lisboa de su tradicional temporada en el palacio de Vila Viçosa.

Muchos lisboetas aguardaban con expectación la llegada del rey en la Plaza del Comercio de Lisboa cuando, aprovechando la confusión creada por la pequeña multitud arremolinada para saludar el paso de la comitiva, los dos miembros de la Carbonaria se abrieron paso en dirección al carruaje que llevaba a la familia real.

Manuel Buíça, armado con una carabina Winchester, hincó la rodilla en tierra y disparó contra el Rey y su hijo, luego rematados por la pistola que empuñaba Alfredo Costa, el cual llegó a poner un pie en el estribo del Landau real, que iba descubierto.

Don Carlos, apodado el «Diplomático», murió al instante tras ser alcanzado en la nuca, mientras que el Príncipe Real todavía tuvo tiempo de sacar su revólver Winchester y disparar contra uno de los dos terroristas, a los que finalmente mató la policía.

Tras el intercambio de disparos, el carruaje entró en la Rúa do Arsenal, en la que se declaró la muerte de Don Carlos, mientras que Luis Filipe falleció minutos después.

El plan de los carbonarios no podía fallar. Habían dispuesto a cerca de 18 hombres divididos en tres grupos a lo largo del recorrido previsto del cortejo real y Buiça y Costa lideraban el primero de ellos.

La reina Doña Amelia de Orleans salió ilesa y, a su lado, resultó herido en el brazo el infante Don Manuel, de 19 años, que se convirtió en el último rey de Portugal, aunque su incapacidad y falta de margen de maniobra para controlar la situación propició la caída de la Monarquía el 5 de octubre de 1910.