La maldición persigue a los Bhutto

INTERNACIONAL

El padre de la ex primera ministra asesinada fue ahorcado tras ser derrocado por los militares, uno de sus hermanos murió envenenado y otro por disparos de la policía

30 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

El asesinato de la por dos veces primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, viene a sumar más dolor a una familia a la que persigue la tragedia y a un partido político, el PPP, que queda huérfano. Pero también a un sillón de mando que no escapa a la sangre desde la independencia del país en 1947. El primer ministro que inauguró ese cargo, Liaquat Alí Khan, fue asesinado en 1951 durante una reunión de sus seguidores en un jardín que ahora lleva su nombre en Rawalpindi. Como y donde hace unos días le sucedió a Benazir.

Fatídico jardín en Rawalpindi

La desgracia de la poderosa familia Bhutto comenzó hace unos treinta años cuando Zulfíkar Alí Bhutto (padre de Benazir), entonces primer ministro de Pakistán, que propugnaba un socialismo laico, fue derrocado en 1975 por los militares. El general Mohamad Zía ul-Haq ordenó ahorcarlo e islamizó el país. Esa orden se materializó en 1979 en una cárcel (ahora lujoso restaurante americano), muy cerca del fatídico jardín donde cayó abatida Benazir y del que el líder opositor Wali Khan salió ileso de un ataque de un grupo paramilitar en 1973 cuando daba un mitin. El propio Zía ul-Haq murió en 1988 al explotar su avión, lo que determinó el regreso a la imperfecta democracia y convirtió en 1990 a Benazir Bhutto en la primera mujer en gobernar una nación islámica.

Pero también ella fue depuesta por el Ejército, dos veces, acusada de corrupción e incompetencia, y sustituida por el vencedor de las elecciones, Narwaz Sharif, destituido a su vez tres años después bajo las mismas acusaciones. Bhutto recuperó el cargo en 1993 al imponerse el PPP en las elecciones, pero a los tres años volvió a ser destituida. En 1999 fue condenada a cinco años de cárcel.

Sharif volvió al poder en 1997, tras la victoria de la Liga Musulmana. Un incruento golpe de Estado del general Pervez Musharraf lo derrocó en 1999.

La pérdida de dos hermanos

Benazir también sufrió las muertes violentas de sus hermanos: el mayor, Shahanawaz, envenenado en 1985 en Cannes, y Murtaza, líder de una facción escindida del PPP, tiroteado en 1996, al parecer por agentes de inteligencia.

Padre e hija murieron a pocos metros de distancia y descansan juntos en el panteón familiar en Sindh, cerca de Karachi.

Ella, conocida como la sultana de los pobres, había vuelto a Pakistán después de ocho años de autoexilio y con la promesa del presidente Musharraf de amnistiarla. Dicen que era consciente de que la historia se repite y de que su vida estaba en juego. De hecho, un kamikaze intentó segársela cuando volvió a Karachi en octubre. Ella salió indemne, pero en el atentado murieron más de cien personas.

En el mismo parque de Rawalpindi donde murió, tenía pensado dar un mitin unos días atrás para anunciar la ruptura de la alianza con Musharraf. Sin embargo, este lo había impedido y había decretado su arresto domiciliario. Quién sabe si con esa decisión le amplió el margen de vida.

Valor y firmeza

También la vida de los hijos de Benazir, a los que la salvaje política les arrancó de cuajo el poder disfrutar del abuelo, va marcada por el olor a muerte prematura y a prisión. Ella pasó cinco años en arresto domiciliario, además de los ocho en el exilio. Su marido, Azif Zardari, con quien se casó en 1987, fue liberado hace tres años después de más de siete en la cárcel, por cargos ligados a los que pesaban sobre ella, ninguno de los cuales le fue probado ante un tribunal.

Pero la valiente Bhutto conocía su destino y no intentó cambiar de rumbo. Se mantuvo firme contra los talibanes, cosa que no ha hecho Musharraf, y llamó a los militares a dejar de interferir en la política. Minutos antes de morir predijo: «Pongo mi vida en peligro al venir aquí porque siento que el país está en peligro».