La tensión política que atenaza al país podría desembocar en un golpe militar o en una huelga general indefinida
14 dic 2001 . Actualizado a las 06:00 h.Nadie oculta sus cartas en Venezuela. El Gobierno bolivariano de Hugo Chávez tacha despectivamente de «escuálidos» a los que le critican. El presidente dice que son la «oligarquía terrateniente y explotadora», pero lo cierto es que en el saco de opositores ya están unidos -entre otros- la patronal empresarial, Fedecámaras; la CTV, que es la principal organización sindical; la Iglesia católica, la mayor parte de los medios de comunicación privados y un número creciente de ciudadanos. Unos y otros han perdido la compostura a la hora de descalificar y amenazar al rival. La batalla se ha instalado en las calles y divide a la sociedad venezolana como nunca antes se había visto. Los chavistas justifican leyes tan polémicas y contestadas como la de Tierras o la de Costas, que probablemente traerán una ola de expropiaciones, en la necesidad de organizar el país, de dotarlo de una infraestructura que evite la brutal dependencia actual del petróleo, que hoy en día significa el 80% del Producto Interior Bruto venezolano. Los argumentos de Hugo Chávez no son del todo errados. El problema es que el presidente que los defiende es el mismo que encadena las televisiones obligándolas a emitir largos discursos a lo Fidel Castro y el mismo que protagoniza un programa televisivo, Aló presidente, desde el que reparte becas y subvenciones a sus seguidores. «Es un payaso», espeta el dueño de una cafetería en Chacao, un barrio in de Caracas. Pero no es su condición de telepredicador la que más asusta a los contrarios a Chávez. «Lo peor -dice un camarero- es que lo que quiere es cubanizar Venezuela». Al presidente, además, le acusan de apoyarse en los malandros -ladrones- de los ranchitos -chabolas- para perpetuarse en el poder.