Chen Tianwen y Guo Gairan han aportado su pequeño granito de arena para tratar de poner solución a un grave problema que hay en China
07 jun 2015 . Actualizado a las 09:52 h.Uno de los principales daños colaterales de la política del hijo único impulsada por el Gobierno chino desde finales de los 70 ha sido la formación de un ejército de huérfanos de dimensiones. Los nacimientos oficiales registrados en los libros son muy inferiores a los reales. El abandono o la venta de niñas y/o descapacitados es común.
Otro de los factores que ha contribuido con más fuerzas a alimentar este pelotón de desamparados es el del éxodo rural. Familias campesinas que abandonan el campo en busca de una oportunidad en las capitales. Este último es un factor común a todos los países industrializados, o en vías de industrialización, pero en la República Popular de China, con sus 1.350 millones de ciudadanos, todo es a lo grande, y además tiene un problema añadido: un sistema de registro oficial que no permite la movilidad de sus ciudadanos por el propio país sin permisos, muy complicados de obtener. Con trabas como dejar sin cobertura sanitaria ni derecho a la escolaridad para los niños en áreas alejadas de las propias, logran que muchos de los trabajadores agrícolas emprendan la aventura en solitario, en muchos casos, dejando tras de sí más abandonos.
Chen Tianwen y su esposa Guo Gairan han aportado su pequeño granito de arena para tratar de cortar la hemorragia. En 1989 adoptaron a su primer hijo. Desde entonces, la Oficina de Asuntos Civiles les ha propuesto más casos, y ellos no saben decir que no. Hoy son cuarenta bocas las que alimentan. Todas adoptadas. La gran mayoría, de discapacitados. Y con la única fuente de ingresos de un miserable subsidio que reciben del Gobierno de menos de un euro al día para cada niño. Chen Tianwen trabajaba en una fábricas de fertilizantes, pero como la familia no paraba de crecer, y las tareas se acumulaban, hace unos años se vio obligado a dejar su empleo para colaborar con su mujer en casa.
La historia de esta pareja de sexagenarios natural de Zhuangxi (al noreste) logró conmover a un país al que es difícil sorprender. Lo hizo a través de Fading Flowers (Flores marchitas), un documental que logró sensibilizar a un grupo de voluntarios, que aunaron fuerzas para conseguirles una vivienda más espaciosa, acorde a sus necesidades, y que hasta tocó el corazoncito de las autoridades locales, que decretaron un aumento del subsidio por cada hijo.