El Prestige y sus claves

José Antonio Madiedo Acosta EXDIRECTOR GENERAL DE LA MARINA MERCANTE

HEMEROTECA

27 nov 2017 . Actualizado a las 04:14 h.

La historia de las mareas negras, desde el Torrey Canyon (1967) hasta el Prestige, pasando por el Urquiola y el Mar Egeo, destilan como factor común el cinismo político; es decir, se aportan soluciones en el papel, pero se tolera y se mantiene un estado de cosas que desemboca en una reata de accidentes que arruinan familias, destrozan los océanos y degradan la naturaleza. Descargar sobre las banderas de conveniencia la responsabilidad de estos atentados contra la naturaleza no es más que reafirmarse en el cinismo, pues ¿quiénes son los accionistas de las banderas de conveniencia?, ¿quiénes fletan esos barcos?, ¿quiénes los tripulan con grupos multirraciales, con auténticas tripulaciones de leva?

El fenómeno de los registros libres y sus consecuencias es demasiado conocido para que pueda causar la irritación y el asombro de nuestros dirigentes. Máxime cuando más de uno de ellos tiene intereses directos en esas banderas.

La Organización Marítima Internacional, que ha realizado un trabajo excelente durante décadas, corre el riesgo de convertirse en un foro de mercaderes y, como muestra, ahí está el GMDS (Sistema Marítimo Global de Comunicaciones), que es un auténtico fiasco, generador de falsas alarmas y socorros que no llegan.

La CEE, con sus segundos registros, con sus autorizaciones a los que se cuelan por escobén y un sistema de inspecciones que convierte al naviero en cliente del inspector, tiene responsabilidad directa en la degeneración marítima que sufrimos.

En España, si se realizase una inspección seria de las flotas mercante y pesquera, muchos barcos tendrían que ir al desguace o sufrir una reparación total. Barcos que se han despachado con documentación de personas fallecidas, por carecer de titulación idónea los que realmente los manejan. Hay inspectores de buques que no tienen ningún tipo de experiencia, que nunca han navegado, ni tan siquiera se han formado en un astillero. El corporativismo los ampara y los clanes de la UE los protegen. Al marino profesional se le exigen multitud de cursos de actualización, pero imparten enseñanza intrusos y profesores que hace 20 años que no pisan una cubierta.

Nuestro sistema de salvamento, que sigue siendo una referencia, nació y se desarrolló a partir de la llegada de los socialistas al poder. El Colegio de Oficiales de la Marina Mercante y el accidente del buque Casón resultaron, por diferentes razones, decisivos para que el Gobierno y la Administración pública tomasen conciencia y ese fue el origen del Primer Plan Nacional de Salvamento (1987-88). Pero han transcurrido 16 años y nos encontramos sangrando al erario público con el pago de unos remolcadores de salvamento que cuando llega la hora de la verdad no pueden ni con el petrolero ni con el viento.

El amiguismo, la piratería de salón y otros males que parecen haberse enquistado en esta sociedad del sálvese quien pueda también han lastrado de forma letal nuestro sistema de salvamento.

Es necesario proceder a la revisión de contratos, a la revisión de la flota, a la adquisición de equipos y materiales modernos. Hay que ajustar mandos y métodos. Ha llegado el momento de tomar medidas.

Negar recursos humanos y medios alegando escasez de recursos presupuestarios no deja de ser una excusa sin fundamento, sobre todo a la vista de los costes extraordinarios derivados de estas catástrofes. Y a mayor abundamiento, cuando se comprueba que los puertos rebosan de recursos y competencias ajenas, mientras la Administración marítima se reduce y niega el acceso a los marinos profesionales por inconfesables dependencias.

¿Dónde han estado en los momentos decisivos los que nos deslumbran con sus discursos y proyectos? Los que acaparan competencias y presupuestos. ¡Qué despropósito, qué vergüenza, qué espectáculo el del colegial leyendo el panfleto, el del ministro sargento bombardeándonos con sus luminosas ideas, qué genialidad la de hundir un petrolero para evitar una contaminación con otra más salvaje y grotesca! ¡Qué decisión la de encerrar al capitán por negarse a seguir el juego!

Lamentablemente, dentro de unos meses esta catástrofe será recuerdo y todo volverá a ser como antes. La solución está en que los poderes públicos globalicen políticas profesionales y serias. No nos engañen con dobles cascos, con ISMS, con siglas y siglas que nacen muertas. Hagan que se cumplan eficazmente las leyes, pongan profesionales con experiencia a controlar esos barcos basura, esas tripulaciones de leva, esos puertos tragatodo. No nos aturdan con charlatanes profesionales vacíos de los pies a la cabeza que llevan 20 años viviendo de orquestar esta comedia. Impidan la entrada en nuestras aguas de barcos de los mercaderes negreros. Y por favor no deriven los pecados propios en supuestos piratas gibraltareños.