María Calvar: «Tenemos que demostrar que las favoritas somos nosotras»

LA VOZ VIGO

GRADA DE RÍO

XOAN CARLOS GIL

La céltica cree que su equipo, que hoy recibe al líder, es el mejor de su liga y que debe aspirar a ganarla, no solo a ascender

07 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

María Calvar Rodiño (Moaña, 1999) es una de las jugadoras más experimentadas de As Celtas. Llegó procedente del Sárdoma, pero una lesión justo antes de pretemporada le hizo perderse los primeros dos meses de competición. Ahora, está de vuelta, recuperando confianza y habiendo jugado como titular los dos últimos partidos. El equipo, por su parte, visita este sábado al líder del grupo 1 de Tercera Federación, el Olímpico de León, un duro test para un conjunto celeste que solo ha dejado escapar puntos a domicilio.

-¿Cómo vivió tener que comenzar la temporada lesionada?

Fue complicado. Me lesioné la semana antes de debutar, de empezar la liga en Balaídos, así que me perdí un partido histórico y especial en Balaídos. Luego, la lesión, que era de tobillo, se alargó más de lo esperado. Era una sensación de frustración constante de no poder ayudar durante casi dos meses.

—¿Cómo se había fraguado su incorporación a As Celtas?

—Me llamó Humberto (Lede), el coordinador, pero no tenía el número registrado, mi móvil lo marcaba como spam y no respondí. Luego, ya me llamó Vicky (Vázquez, su entrenadora), que la conocía del Sárdoma y sí le cogí. Le dije que sí al momento.

—¿Ya sabía que iba a haber un Celta femenino cuando contactan con usted?

—Sí, fue muy posterior a que se hiciera público, ya se habían anunciado fichajes. Cuando supe la noticia de que se creaba As Celtas, creía que podía tener opciones, porque venía de un buen año, de haber sido premiada en los VIDE como mejor jugadora de Vigo... Pero pasaba el tiempo, oficializaban a jugadoras de mi posición, como Lara (Martínez, la capitana), no me llamaba nadie y empecé a pensar que igual no se daba el caso. De hecho, el Sárdoma me había propuesto renovar y les dije que era mi primera opción a no ser que me llamara el Celta.

—Y así fue. Una vez dentro, ¿se interesó en por qué había tardado tanto esa llamada?

—Sí, le dije a Vicky:«Mucho tardaste» (risas). Me contestó que ella ya tenía la idea, pero que iban poco a poco y no podía decir nada.

Entre Elena Pérez y Muñi.
Entre Elena Pérez y Muñi. RC CELTA

—¿Se hace raro pasar de tenerla de compañera a entrenadora?

-Al principio, sí era extraño, porque nos relacionábamos en un código de colegueo, de compañerismo, de igual a igual. Pasa de ser tu compañera a tu jefa, por así decirlo. Pero fue un proceso que ahora ya está normalizado. Un poco como la situación de Xavi en el Barça (risas).

—¿Cómo recuerda el partido en que por fin debuta?

—Te van haciendo a la idea de entrar poco a poco para coger sensaciones y ritmo. Sabía que no estaba al nivel de las compañeras, te ves por detrás, que no llegas a balones a los que antes tenías que llegar. Me costó entrar diez minutos e intentar aprovecharlos para estar mejor al siguiente partido. Pero tuve un proceso bastante fácil, porque entraba con el resultado favorable. Me frustraba ver que no estaba a mi 100 % y lo necesito para ser útil al equipo, porque si no, hay una compañera que está mejor. Somos todas tan buenas, que tenemos un nivel parejo y si alguna no está al máximo, se nota un montón.

—¿Ahora se ve cerca de ese 100 %?

—Más cerca, sí. No estoy como antes de lesionarme, pero me noto más competitiva.

—¿Cómo valora la temporada del equipo hasta ahora?

—Es complicado. Creo que cuando jugamos con equipos que nos permiten desarrollar nuestro juego, nuestro fútbol combinativo saliendo desde atrás, generando ocasiones y demás, estamos muy comodas. Pero cuando nos plantean partidos en los que no podemos desarrollar nuestro estilo al 100 % y hay más choques y duelos, nos cuesta más imponernos, sobre todo, fuera, que es donde nos dejamos algunos puntos. Nos falta a las jugadoras dar un paso adelante, y decir: «Ya estamos aquí». Tenemos que imponernos, que sean nuestros rivales los que tengan miedo a jugar contra As Celtas, no tener dudas. Si ahora vamos a León, son ellas las que tienen que pensar: «Ojo, que viene el Celta». Falta un poco creernos que estamos aquí para ascender y ser campeonas. Tenemos que demostrarlo en cada entrenamiento y partido. La exigencia de As Celtas se resume en la idea del Cholo, pero en nuestro caso, entreno a entreno, sabiendo que iniciar un proyecto de cero lleva tiempo y es complicado, pero si damos el máximo cada día, podemos ganar a cualquiera y esa ambición se debe mostrar en el campo.

—Se habrá hablado mucho en el vestuario el tema de los puntos que se escaparon fuera.

—Sí. En casa, acostumbradas al campo y las dimensiones, nos favorece. Pero más que jugar en casa o fuera, creo que nos perjudicó, entre comillas, que todos los enfrentamientos con equipos de arriba fueron fuera, contra rivales directos.

—Contra el líder en su casa, ¿están ante el partido más difícil hasta ahora?

—Si van líderes es porque hacen muchas cosa bien, es un equipo trabajado que ya el año pasado estuvo entre los primeros. Pero volvemos a lo de antes: si queremos ascender y ser campeonas, tenemos que demostrarlo en este tipo de partidos. Tenemos que tomárnoslo como una final en la que solo vale ganar. Por mucho que sean líderes y jueguen en casa, yo considero que mi equipo es el mejor de la liga. Tenemos que demostrar que las favoritas somos nosotras.

En un partido de pretemporada, poco antes de lesionarse.
En un partido de pretemporada, poco antes de lesionarse. XOAN CARLOS GIL

—Se muestra muy ambiciosa. No duda de que el objetivo es el ascenso.

—El ascenso y, para mí, ganar la liga.

—¿Lo ve factible pese a los puntos que se escaparon?

—Sí, por supuesto, 100 %. Por la plantilla que diseñaron, los medios que nos da el club, la infraestructura y todo el trabajo que hay detrás, se merece que demos el 100 % para estar arriba. Confío en mis compañeras al máximo aunque nos hayamos dejado puntos y ahora vienen enfrentamientos importantes que van a marcar si vamos a poder estar ahí o si se nos van a escapar a mucha diferencia antes del parón de Navidad.

—¿Notan una presión extra por los puntos que se dejaron a domicilio?

—La presión la tenemos desde el momento en que fichamos. Si te llama el Celta, sabes que la responsabilidad va a estar todos los días. Somos las primeras que decimos que no podemos fallar, convivimos con esa presión.

—¿Esperaba estar más arriba a estas alturas?

—Sí, creo que todas. Pero es verdad que todos los equipos de arriba nos estamos dejando puntos. Y nosotras, aunque tuvimos bastantes pinchazos, estamos a cuatro puntos del primero, que realmente, no es nada, y esta semana puede ser uno. No creo que ningún equipo vaya a ser tan regular como para ganar todo lo que queda.

—¿Cómo es ser jugadora de As Celtas en comparación con los clubes por los que pasó antes?

—Es una pasada. Creo que aún no somos conscientes, es como estar en una burbuja en la que no te da tiempo a valorar lo que pasa todos los días. Cuando dejemos de estar aquí, lo valoraremos. Tenemos el vestuario más grande de A Madroa para nosotras, gimnasio, un cuerpo técnico amplio. Es un proyecto muy trabajado. Hay muchas posibilidades que en otros clubes, no tienes. Cuando ascendimos con el Sárdoma a Segunda Federación, íbamos muy justas económicamente y aquí, si lo conseguimos, tenemos los medios para competir con garantías. En otros equipos de la zona, es muy difícil tener eso.

Con Camila Pescatore y María Figueroa, en la presentación del curso de entrenadoras.
Con Camila Pescatore y María Figueroa, en la presentación del curso de entrenadoras. FUTGAL

—Está haciendo prácticas de entrenadora con el Cadete de As Celtas. ¿Qué tal la experiencia?

—Es gracioso, porque con quince años o así, me decían que era una entrenadora dentro el campo, que siempre estaba mandando. David (Ferreiro), que ahora es mi segundo entrenador, me lo decía. Lo veían los demás, pero yo no, solo quería jugar. Pero el año pasado me empezó a picar la curiosidad y este año nos lo ofrecieron a las jugadoras de As Celtas a través de un convenio con la Federación y ahí ya pensé que me lo estaban poniendo en bandeja. Y me está gustando mucho, de hecho, quiero acabar ya para hacer el siguiente nivel.

—Jugadora, futura entrenadora y ¿hace algo más ahora?

—Estoy estudiando oposiciones para la Xunta.

—¿Cómo fueron sus inicios en el mundo del fútbol?

—Empecé con cinco años en el Domaio de mi pueblo. Primero jugaba a fútbol sala y estuve allí hasta los 13. Un día, se me acercó una chica y me dijo que era del Bértola, que un día a la semana entrenaban en el mismo campo, que si me quería quedar algún día. Se lo dije a mi madre, que me contestó que a dónde iba, que esas chicas tenían 20 y 30 años. Pero quise, fui y me quedé. Ascendimos y como no tenía aún 15 y no podía jugar en nacional, me fui cedida al Bueu. Luego volví, me llamó el Olivo y estuve el año que jugamos la Copa Vigo y la Copa Diputación, pero perdimos la fase de ascenso a Primera. Después, me fui al Sárdoma y estuve creo que siete años, con uno en medio en el Mos.

—También sería difícil cerrar esa etapa del Sárdoma.

—Sí. De hecho, cuando descendimos de Segunda Federación, se fueron casi todas mis compañeras y me quise quedar porque creía que se lo debía. El club había hecho un esfuerzo grande y quería ayudar en un año de transición, en que iba a subir mucha gente joven. Le tengo mucho cariño a Sárdoma y ojalá que ascendamos los dos equipos de Vigo.

—Usted es celtista de siempre, ¿no?

—De siempre. Tengo carné desde bebé y hasta ahora. Poder jugar aquí es increíble, mi sueño. Cuando en Balaídos íbamos perdiendo, mi tía siempre me decía que broma: «María, coge las botas y baja ahí en el descanso». Pensaba que ojalá pudiera. Parecía en su momento que el Celta iba a coger al Olivo, pero nada, y no daba pasado. Siempre le decía a mi familia que tenía que estar al mejor nivel que pudiera para que si algún día había Celta femenino, que me quisieran. Y llegó. Pero cada año que pasaba, perdía un poco la esperanza al ir cumpliendo años sin que el Celta diera el paso. Iba a llegar un punto que igual yo tuviera 35 años y ya no lo iba a vivir, o solo como aficionada, que no es lo mismo. Al final, pude vivirlo.

—Es la mayor tras Irene. ¿Asume un papel de veterana en el vestuario?

—Sí. Si al final a mí ya me cuesta valorar lo que estamos viviendo, a ellas más. Es como que están normalizando algo que no es normal. Vivimos algo increíble, histórico. Y hay una responsabilidad también. Es como ser profesionales, aunque no lo seamos. Hay que ayudarlas, orientarlas.