Todo en una tarde en la que el celtismo volvió a mostrar su cara más incombustible para arropar a los suyos. Quizás no eran muchos, pero la fría tarde en Vigo y el escaso margen de maniobra al anunciarse aún la víspera el horario y la condición de abierto al público del entrenamiento de ayer no impidieron que un buen puñado de incondicionales se acercaran a A Madroa.
Muy atentos, los primeros comentarios abordaban las posibles ausencias, enseguida detectadas por un padre que de inmediato les hacía saber a sus hijos quiénes faltaban. Pero al que todos querían ver no tardaban en localizarle, un Iago Aspas siempre sonriente en los entrenos, encargado de contar los toques en voz alta en los rondos y bromista con sus compañeros.