«Aspas, 30 años de celtismo en lo más hondo del corazón»

M. V. F. VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

M. Moralejo

El técnico recuerda cómo era el Aspas niño, ya futbolista y celtista, que nació el 1 de agosto de 1987

01 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

El año pasado, o quizá hace dos, el excéltico Juan Fernández Vilela se acercó una mañana a A Madroa con su nieto. Cuando pensaba que todos los jugadores se habían marchado ya, apareció Aspas. «Así como yo le quiero y le aprecio, él se acercó y me dio un gran abrazo. Para mí sigue siendo aquel niño que entrené en cadetes. En lo esencial, no ha cambiado», dice el que fue su técnico en la temporada 2000/2001. Iago tenía entonces 13 años. Hoy cumple 30.

«Destacaba por unas cualidades magníficas en el aspecto técnico, visión de juego, regate... Le mataba ese carácter que sigue teniendo, pero que también forma parte de una personalidad sin la que no creo que hubiera triunfado», opina Fernández Vilela.

A esa edad, y seguramente antes, dice, «ya era protestón e impulsivo». «Si le pitaban una falta y pensaba que no era, se encaraba con él árbitro. ¡Le expulsaban la tira de veces!», rememora. Por mucho que tratara de corregirle durante la semana, era imposible. «¡Cuando se metía en faena, no había manera!», relata divertido. Le podía la injusticia. «Una vez empezó a llorar en la caseta diciendo que no había hecho nada para que le expulsaran. Y era verdad. Pero ya tenía esa fama y los árbitros no querían que se les subiera encima».

Y la fama que acompañaba ya entonces a Iago era también la de futbolista con futuro prometedor. «Jugaba siempre, claro. Porque tenía las mismas cualidades que ha ido potenciando y que ahora le vemos mejoradas», valora. Hasta admite que él se equivocó con la que creía su debilidad. «Parecía endeble al ser tan flaquito. Y resulta que también es buenísimo físicamente».

Aunque reconoce que «ahora es fácil decirlo», Juan siempre pensó que Iago podía llegar alto. «Se le veía sobre todo porque no tenía miedo a nada. Y era un líder en el campo pero uno más fuera de él. Ayudando a cualquier compañero que lo necesitara y respetando a todos. Un chaval fenomenal», resume con orgullo. «Yo le he seguido como a todos los que entrené, y contentísimo de que haya triunfado siendo un chaval de la casa».

Otra cosa que constata Juan que no ha cambiado en Iago es otra de las más llamativas entonces: su celtismo. «Desde el mismo momento en que llegó a A Madroa creo que ya era celtista por encima de todo. Demostraba un cariño por el club que incluso choca verlo en un niño tan pequeño. Siempre ha querido al Celta. Lo lleva en lo más hondo de su corazón».