La difícil tarea de ser uno mismo

GRADA DE RÍO

El gol que le dio la victoria al Manchester noqueó a los hombres de Berizzo física y psicológicamente

05 may 2017 . Actualizado a las 16:05 h.

Fútbol intenso, de zancada larga y potencia fue lo que propuso el Manchester en Balaídos. No sorprendió. Se mostró tan fiel al discurso que preconiza Mourinho allá por donde va, como lo fue Eduardo Berizzo a su propuesta de balón, posesión y marcajes al hombre. Una fórmula que le costó poner en escena en el primer acto, mientras los diablos rojos apretaron, pero que en el segundo brotó por momentos. Justo cuando más reconocible era el Celta, también más reconocible se hizo su error. Un balón parado imparable y gol en contra. Territorio conocido. 

La propuesta

Unos balón, otros físico

El Celta apostó por la colocación y la seriedad y quiso tener el balón ante el equipo más rico del mundo. Pero le costó desembarazarse de la presión de un rival que construye su propuesta a partir de un físico envidiable. Por envergadura, por potencia y por la forma de administrar los esfuerzos. Incluso por la manera de manejarse en los duelos. Los ingleses van a por todas, se mueven mejor en el cuerpo a cuerpo y en el fútbol más permisivo con el contacto que el árbitro alentó. Un colegiado que permitió que Fellaini acabase el partido, ignorando al menos en dos ocasiones la que hubiera sido la segunda amarilla. Una expulsión que podría haber cambiado el signo de la contienda.

La portería

El Gato se gana el elogio

Sergio Álvarez fue el hombre del partido en el Celta. Sostuvo al equipo durante el primer tiempo de una manera asombrosa y con paradas de todo tipo. Aguantando, exhibiendo reflejos, alejándose de la portería, que suele ser lo que más le cuesta, y presumiendo de una tranquilidad a prueba de libras. Enseñó a Mktitaryan y Rashford cómo se las gastan los de Catoira y se reivindicó. Sergio Álvarez, al que nadie ha regalado nada, se merecía una noche así. «Ha sido el hombre del partido», elogiaba Mourinho tras el encuentro.

La clave

El centro del campo

Radoja, tan discreto como fundamental, se ha pasado toda la temporada creciendo a marchas forzadas. Llenando la mochila de minutos y absorbiendo como pocos las indicaciones del Toto, pero ayer el examen era una reválida mayúscula. La política de marcajes que gobierna el fútbol céltico le llevó a convertirse en sombra de Pogba, el fichaje más caro del planeta. Un tipo de altura y kilos que le ponía en aprietos. Cada vez que el francés se adelantaba al serbio, el United se adentraba en territorio celeste. Aun así, en un duelo tan desequilibrado, Radoja aguantó el tipo. En el segundo acto Pogba apenas apareció.

El ataque

Lejos de la portería

Al Celta, que estuvo especialmente pendiente de defender y de las ayudas, le faltó una pizca más de fútbol, de soltarse la melena. Permitió durante mucho rato que se jugase a lo que el todopoderoso Manchester quería. Los de Mourinho cortaban la circulación rival, no le permitían armar posesiones largas con las que ganar metros, buscar línea de fondo o enfilar la banda para intentar centros, y eso se notó. Lo mismo que las segundas jugadas y los rechaces. Los célticos solo fueron ellos mismos de forma intermitente, y cuando más fieles se mostraban a su filosofía, llegó la falta de Rashford. Un tiro de Wass y un par de intentos de Sisto fueron todo el bagaje ofensivo céltico.

El gol

Difícil digestión

El gol noqueó a los hombres de Berizzo física y psicológicamente. De repente, los célticos se vieron contra una pared, incapaces de encontrar vías con las que retomar su juego. En ese momento el United tuvo a los vigueses como quería, contra las cuerdas. Las piernas acusaron el cansancio y los cambios no revolucionaron el escenario, aunque a los célticos les quedó un último arreón. Incluso el Toto, olvidándose de la vuelta, sacó a Mallo y metió a Beauvue, pero apenas se jugó. Old Trafford dictará sentencia.