Centenario en el cénit de su carrera

Xosé Ramón Castro
x. r. castro VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Montxo Touriño

Gustavo Cabral, que tuvo que aplicarse en la salida de balón en Vigo, alcanza su plenitud en el Celta

29 sep 2015 . Actualizado a las 09:46 h.

«Me llamó Paco Herrera. Estaba en Argentina y me telefoneó para ver si había la posibilidad de venir al Celta y la verdad es que yo, encantado. Desde el primer momento que me llamó tenía la ilusión de venir y se pudo arreglar justo antes de cerrarlo con el Levante». Era el verano del 2012, con el Celta recién ascendido a Primera. Tres años después, Gustavo Cabral, acaba de cumplir 100 partidos oficiales con el Celta y está a tan solo quince de igualar la marca con la que dejó el Racing de Avellaneda, el conjunto que le vio nacer. A punto de cumplir la treintena, parece dispuesto a doblar la cifra en Vigo.

Aquel fichaje sentó como un tiro a los dirigentes granotas, que lo daban por renovado. «Decían que estaban enojados pero tienen que entender que quien decide es el jugador y tuve que dar el paso. Hubo tiempo para resolverlo antes y no se resolvió, y en ese impás apareció el Celta con un proyecto muy interesante». Por eso decidió cambiar de aires.

Su primer día como celeste fue en Portugal, en la concentración de Quiaios. «Quedan muy pocos de cuando llegué. Fue importante para mí que me hubieran recibido con los brazos abiertos», recuerda, igual que el primer día que pisó Balaídos, en la última edición del Cidade de Vigo con el Atlético de Madrid de rival.

Fue el preámbulo de un año cargado de tarjetas y sufrimiento. «Fue el año que más amarillas y rojas he tenido, porque fueron once amarillas y dos rojas. De eso he aprendido porque ahora no tengo ninguna en esta Liga y ya llevamos seis partidos. También recuerdo marcar un gol en Valladolid en la remontada para quedarse en Primera».

Para entonces, ya se había encontrado con el gran reto, adaptarse a la filosofía del Celta, que obliga a sus centrales a salir con el balón jugado, algo inédito en su país. «En Argentina no somos centrales con salida de balón, sino que somos más de dársela al delantero y que aguante. Es un juego más directo y aquí es un juego en donde el defensa sale creando y el primer atacante es el defensa. Había que adaptarse y por suerte lo he conseguido», hasta el punto, de que asegura disfrutar con esa manera de entender el juego: «Hoy lo estoy disfrutando porque la verdad me encanta jugarlo ahora y cada vez que puedo trato de mover el balón lo mejor posible».

En el primer curso como celeste, Gustavo Cabral (Isidro Casanova, 1985) jugó 26 partidos, una cifra que casi iguala en su segundo año en Vigo, el más difícil porque no acabó de asentarse en el equipo hasta la segunda parte de la Liga. Era el año de Luis Enrique. «Me costó, pero al final terminé jugando, que es lo importante para un futbolista. Igual que hacerse con la confianza del entrenador».

Una confianza que de la mano de Berizzo ha sido total desde el primer día. De hecho, el Sargento -el apodo con el que llegó a Europa- disputó el curso pasado 35 partidos en su mejor año como futbolista. «Fue una temporada importante porque conseguimos la octava posición, el equipo se sintió muy bien y yo también, con la confianza del entrenador y casi jugando todo. Estoy contento por el rendimiento». Hasta el punto de que considera que ha conseguido el mayo pico de productividad de toda su carrera: «Me encuentro pleno, me siento maduro y un jugador con experiencia. Estoy en un momento dulce e importante de mi carrera».

A punto de cumplir 30 años y siendo el más veterano de la plantilla, apuesta por seguir otros cien partidos más en Vigo. ¿Se ve cumpliendo el 200 vestido de celeste? «Ojalá, mi señora me lo dijo y si se puede dar, bienvenido sea. Ahora lo más próximo es superar los 115 que tengo en Racing de Avellaneda. Si puedo superar esa marca con el Celta, sería bueno».

A lo largo de este tiempo, solo en el verano del 2014 tuvo dudas de si seguiría en Vigo. «Fuera del Celta nunca me vi, pero en el momento de la renovación, cuando me fui a Argentina de vacaciones, estaba todo muy parado. Trataba de estar un poco al margen, pero había momentos que mi agente me agarraba en una montaña y hablábamos. Al final llegamos a un acuerdo y me pude quedar en el Celta». Y con galones.