La falta de pegada y la discreta defensa privaron al Celta de puntuar ante el Real Madrid
27 abr 2015 . Actualizado a las 13:25 h.El derroche físico y de fútbol que el Celta llevó a Balaídos no tuvo su recompensa ante el Real Madrid. La falta de pegada de los vigueses, que se hincharon a llegadas, pero tuvieron déficit de remates, así como una noche desangelada en tareas defensivas, fueron demasiado peaje para el equipo del Toto Berizzo, que acabó siendo víctima de un Real Madrid resolutivo, que desde el minuto uno mostró respeto por los celestes, y que acabó recluido y sentenciando al contragolpe.
La fórmula
La libreta ante los grandes. El Celta reeditó ante el Real Madrid la fórmula que plantó cara ante el Barcelona. El mismo once y la misma ideología futbolística. Intensidad sin límites, derroche y presión para maniatar a un Real Madrid que supo manejar sus armas. Igualó la intensidad de los vigueses en el primer tiempo, y cuando el marcador ya le era favorable, apostó por matar el partido a la contra, dejando así que fuese el Celta el que asumiese toda la responsabilidad, tanto en lo físico como en el apartado futbolístico.
La defensa
Una noche muy oscura. El Celta encajó tres goles antes del descanso. Fue víctima de la pegada blanca y también de sus propios errores defensivos. Desde el arranque a los vigueses les costó organizar su zaga y mantener el orden, y sufrieron constantes embestidas por el costado izquierdo. De hecho, los primeros goles le llegaron de desajustes en esa banda. Los centrales no estuvieron a la altura de otros partidos, y el equipo pagó con goles el bajón.
La medular
Todo el trabajo céltico. El Celta anuló el centro del campo del Real Madrid a base de apretar, luchar cada balón y de presumir de solidaridad. Augusto Fernández dio una clase magistral a la hora de recuperar balones, Krohn-Dehli presumió de brújula futbolística y Orellana, de nuevo como mediapunta, mostró su mejor versión buscando pases y habilitando balones. Eso sí, Ancelotti tuvo claro que sus hombres debían, como mínimo, igualar la intensidad viguesa en el arranque, y esa intensidad de los blancos hizo que los celestes perdiesen balones clave y tuviesen algunos problemas con pases habitualmente sencillos. Eso sí, eso no impidió que los célticos acabasen con un acierto en el pase del 85 %.
El ataque
Mucha llegada, poco gol. El recital ofensivo de los célticos estuvo empañado por su falta de gol. Y es que los de Berizzo, desde el minuto uno, buscaron sin medias tintas la portería de Casillas. Fue, claramente, un partido de ataques. En el arranque, a base de verticalidad, contragolpes y un fútbol vertiginoso, llegaron y marcaron, mientras en la segunda mitad recurrieron a su juego más habitual, pero sin premio. Los célticos a base de constantes combinaciones, pases imposibles y una clarividencia ofensiva que brindó un auténtico espectáculo, se plantaron una y otra vez en el área blanca, pero sin encontrar premio. Les faltó acertar en el último pase, y sobre todo tener más precisión y valentía a la hora de rematar.
El mérito
Todo sobre el campo. Más allá de la derrota, la imagen que el Celta ofreció ante los de Ancelotti fue de equipo valiente, osado y que sabe a lo que juega. La tropa de Berizzo se ganó a base de sangre -la de Larrivey- y sudor la ovación cerrada con la que la grada despidió a los jugadores, que acabaron el partido de la misma manera que lo empezaron, volcados en el área del rival tras 90 minutos de derroche físico.