Una noche del Celta para recordar

Lorena García Calvo
Lorena García Calvo LA VOZ / VIGO

GRADA DE RÍO

XOAN CARLOS GIL

El Celta realiza un partido espléndido y hace sangre de un Rayo Vallecano suicida

12 abr 2015 . Actualizado a las 16:36 h.

¡Yo estuve allí! dirán dentro de unos años los celestes que ayer vibraron en Balaídos con una goleada para la historia. Porque lo que comenzó con un jarro de agua fría a los 22 segundos, acabó convirtiéndose en un festival goleador que hacía años que no se recordaba en Balaídos. Y es que los vigueses no marcaban seis goles en Primera en casa desde el 6-2 al Oviedo en el 99. Fue una noche perfecta por los goles, por el fútbol de alta escuela del que presumieron los de Berizzo, por el carisma que demostró el equipo para reponerse de un gol encajado en la primera jornada, y por el amor propio que demostraron los vigueses al no conformarse con una simple victoria. Y todo, ante un rival de enjundia, pero que no midió cuando decidió plantear su partido de forma casi suicida.

Planteamiento

Cara a cara. Quizás por un exceso de confianza en su equipo, o por subestimar al Celta, Paco Jémez decidió salir con la versión más suicida. Se dejó a los laterales en el banquillo y montó una defensa de tres. Su apuesta era arriesgada, pero fundamentada. Los de Vallecas saben que la mejor forma de defenderse es teniendo el balón, y eso esperaban hacer. El problema fue que el Celta, a pesar de encajar en la primera jugada, no se lo permitió. Construyó un centro del campo inquebrantable, presionó hasta la saciedad y ahogó a un rival que fue víctima una y otra vez de su propia medicina.

La calve

La presión asfixiante. La fórmula de la presión y la intensidad celeste se vistió de largo ante el Rayo Vallecano. Los vigueses exprimieron sus fuerzas y acosaron al rival de tal manera que cortocircuitaron cualquier tentativa visitante por hacerse con el balón y con el control del partido. La presión viguesa anuló a los de Jémez, que perdían cada disputa y cada balón dividido y eran incapaces de superar el centro del campo. La presión arrancaba en Larrivey y se contagiaba a cada línea de los celestes.

Medular

El centro del campo. Berizzo decidió salir con todo, y eso incluía a un Augusto Fernández entre algodones, pero que resultó determinante. La presencia del internacional en el centro del campo dio consistencia al equipo. El Celta, con el argentino a la cabeza, se hartó de robar balones, de contener el avance rival y de crear fútbol, una parcela en la que le secundó un Krohn-Dehli de nuevo soberbio. Tal fue la superioridad de los celestes en la medular -Orellana repitió como enganche- que el centro del campo de Rayo se esfumó, y sin la pelota los de Vallecas se quedaron rotos y sin ideas, para acabar tendido sobre la lona a manos de un rival que ejemplariza el gusto por el buen fútbol, la presión y la intensidad. Los vigueses demostraron que con solidaridad, colocación y ganas son capaces de dar buena cuenta de cualquier rival. Si su capacidad para realizar un fútbol primoroso se sazona con el gol, la noche perfecta está servida.

Un ataque sublime en una goleada para la historia

El Celta habló sobre el campo, y lo hizo con goles en el mayor festival anotador que se recuerda en años. Fue una noche perfecta a nivel ofensivo. El centro del campo alimentaba a los de arriba, y los atacantes, aprovechándose de la verbena defensiva del Rayo, hacían sangre una y otra vez en habituales superioridades numéricas y con varios nombres propios.

Aunque Mina fue el protagonista con sus cuatro tantos, fue Nolito el que se encargó de construir la goleada con su fútbol y sus asistencias. Dio tres goles y desnudó una y otra vez a la defensa de un Rayo tan noqueada como adelantada. La capacidad de los de Berizzo para avanzar por la izquierda, con Orellana y Nolito complementándose, desarmó en sucesivas ocasiones a los de Jémez, y Larrivey, capaz de encontrar hueco entre los centrales, se encargó de dejar el partido franco.

Mina, que en Granada había hecho un partido gris, escribió una nueva página en la historia del Celta, puesto que ningún céltico de 19 años había sido capaz de marcar tres o más goles en Liga hasta entonces. Pero ayer, a los vigueses, todo les venía de cara. El único pero fue que el partido le debió un gol a Nolito.