Abel Resino se reencuentra con el Celta, al que dirigió 97 días y dejó en Primera
07 abr 2015 . Actualizado a las 10:46 h.Noventa y siete días en el banquillo, 17 puntos (cinco victorias, dos empates y siete derrotas) y la salvación del 4 %. Son los números de Abel Resino como técnico del Celta. El técnico que obró el milagro de la permanencia imposible en la campaña 12/13, gesta que tiene desde entonces como tarjeta de presentación. Casi dos años después, el entrenador toledano se reencuentra por primera vez por primera vez con el conjunto celeste.
La llegada de Abel al Celta fue tan abrupta como su salida. Su fichaje se consumó un 24 de febrero del 2013 con Herrera todavía de cuerpo presente (no había sido destituido). Su adiós se escenificó por sorpresa cuatro días después de ser ratificado. Por entender que su filosofía no coincidía con el proyecto. Es el último técnico cesado (del primer equipo) hasta el momento por Mouriño y su finiquito significó un desembolso superior al millón de euros en las arcas celestes, ya que todavía le restaba un año de contrato.
En medio de ambas fechas, 14 partidos con un bagaje negativo en lo global pero suficiente para alcanzar una permanencia que parecía imposible. Abel llegó escoltado por Pep Serer, que ahora le acompaña en el Granada, como segundo entrenador, y por Miguel Peiró, ahora desvinculado del toledano, como preparador físico. A su cuerpo técnico añadió cuando comenzó a oler el desastre la figura de Joaquín Dosil como psicólogo, un profesional que acabó por tener su importancia en los días más difíciles del celtismo.
Resino, el último técnico que concedió entrevistas en Vigo, comenzó con victoria ante el Granada, pero enseguida todo se torció hasta el punto de caer al puesto de colista tras perder en Mallorca en el tiempo añadido. «No he venido aquí para rendirme», dijo al día siguiente del desastre.
Entonces el equipo dio un paso atrás. Abandonó el suicidio inducido de la presión adelantada con jugadores que no se ajustaban a ese perfil de peloteros, y desde la defensa comenzó a crecer, aunque le costó lo suyo. Tanto, que su Celta no abandonó la zona roja hasta el último día. Lastrado incluso por un calendario que le obligó a jugar por adelantado un partido ante en entonces intratable Atlético de Madrid, el equipo llegó a las dos últimas jornadas con respiración asistida. Fue entonces cuando se encomendaron a la cofradía del 4 %, el porcentaje de permanencia que les daban las estadísticas. Entonces Abel alimentó su fama de técnico talismán con el triunfo en Valladolid y el posterior ante el Espanyol, que culminó la remontada y que dejó al Celta en Primera con 37 puntos. «Ha sido el trabajo más difícil de mi vida», dijo con una sonrisa de oreja a oreja el día después de ver cómo el celtismo invadía Balaídos para verificar el prodigio.
Ese mismo día en su cabeza comenzó a pergeñar el Celta del próximo curso, para el que tenía contrato en vigor. Sin embargo, seis días después era cesado ante la sorpresa general. Entonces su castillo de naipes se derrumbó y con él, su plan de futuro en el mundo del fútbol.
El técnico, especialista en situaciones límite, capaz de convocar un cónclave para alertar de las cosas raras de las últimas jornadas, volvía a quedarse en paro. Y de hecho, Abel se pasó un año en blanco el curso pasado, por eso no coincidió con el Celta ni con Luis Enrique, el hombre que puso fin a un récord de imbatibilidad de sus días como portero colchonero que todavía pervive en el tiempo.
Mañana, de nuevo en un equipo con problemas y en descenso, tendrá enfrente su pasado. Un pasado al que pone como ejemplo para alimentar el sueño de la permanencia narazí. Abel piensa que este curso también serán suficientes los 37 puntos para quedarse en Primera, una cifra que su ex equipo puede sobrepasar si no atiende a sentimentalismos. De su último once en Vigo, solo los argentinos Cabral y Augusto apuntan a titulares. Un síntoma de cómo han cambiado las cosas en menos de dos años. Aunque Abel, fardón y cabal a partes iguales, siga siendo el mismo.