Un Celta sin alma en Vallecas

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Los vigueses pusieron en el escaparate su falta de gol ante un rival directo

06 abr 2014 . Actualizado a las 20:33 h.

Como a cámara lenta, el Celta se encontró con una derrota de las que duele. Porque hasta el momento los reveses abultados en el caso de los vigueses se reservaban ante los grandes. Sin embargo, ayer un Rayo Vallecano que exhibió más definición y claridad de ideas, y sobre todo más ambición, hizo que los celestes perdiesen la que Luis Enrique había calificado como la primera final de la temporada. Quizás el 3-0 fue excesivo, pero puede que sirva de alerta para lo que se avecina.

el once

El equipo de gala

Luis Enrique no alteró mucho el guion que la lógica imponía, y se limitó a cambiar únicamente a Fabián Orellana respecto al equipo de inicio de la semana pasada. El chileno suplió a Álex López, pero su aportación en los 45 minutos que estuvo en el césped pasó desapercibida. El Orellana incisivo, veloz y letal de hace un par de meses se ha perdido por el camino, quizás al tiempo que sus posibilidades de acudir con su selección al Mundial. Como ya sucedió ante el Sevilla en Balaídos, Krohn-Dehli fue el elegido para el pivote, con Augusto y Rafinha como escuderos.

Actitud

La chispa se quedó fuera

El Celta se dejó en el banquillo la chispa y la actitud combativa hasta la médula que se supone a un equipo que puede dejar casi sellada la permanencia. Como si la tradición del estadio de Vallecas pesase sobre los célticos, nada más salir al estadio el equipo de Luis Enrique echó de menos más alma y ambición, un punto más de chispa y la alegría que su fútbol transmitía en otros momentos de la campaña. Es cierto que el marcador no ayudó, pero la sensación que exportaron los celestes no resultó, ni mucho menos, la esperada.

Planteamiento

Presión y fútbol práctico

El Celta prefirió dejar a un lado las actitudes contemplativas en lo que a fútbol se refiere, y decidió intentar atar el balón a sus pies. Pero desde el minuto uno la fuerte presión que ejercieron los madrileños le complicó la tarea, sobre todo, porque los celestes también intentaban ahogar la salida de balón del rival lo más lejos posible de la portería de Yoel. El fruto de las batallas tácticas fue un partido que desde el minuto uno parecía roto, aunque el Celta fue mejorando a medida que el cronómetro avanzaba. El marcador, sin embargo, fue el que se encargó de variar el panorama. Solo en el tramo final del partido, con el Celta con uno más, y achuchando, se vio al equipo más vigoroso y ofensivo.

La defensa

Errores muy caros

El primer desajuste defensivo del Celta se tradujo en un gol del Rayo que Íñigo López ayudó a colar en la portería. Fue un mazazo para los vigueses, que hasta el momento habían visto cómo Trashorras y compañía no encontraban la fórmula para rebasar su defensa. Los laterales, a los que Rochina y Iago Falque apremiaron, no pudieron mostrar su faceta más ofensiva, como buscan habitualmente, y eso se notó en el balance de ataque de los vigueses.

El ataque

Sin gol ni velocidad

Ante el Sevilla, en una oda al fútbol romo, tuvo que ser un penalti el que decantase el marcador a favor de los vigueses. Ayer, sin pena máxima de por medio, y con el marcador en contra, no hubo posibilidad ni de remontada ni de maquillar el resultado. Los celestes se pelearon con el gol. Superada la línea de tres cuartos, el equipo de Luis Enrique parece encontrarse un muro infranqueable, unas veces por los designios de la fortuna, y otras por el fútbol preciosista en el que se empeña el equipo. El gusto por los recortes, los pases imposibles, y por llegar con el balón jugado hasta el área pequeña convierte en una odisea franquear la portería rival. Los célticos piden a gritos más verticalidad, pero su fútbol se empeña en lo contrario. Ayer ni con las numerosas llegadas que tuvieron al quedarse el Rayo con uno menos, fue posible celebrar un gol. El balón parado y los contragolpes siguen siendo terreno vedado.