Exuberancia sobre Balaídos

Lorena García Calvo
lorena garcía calvo VIGO / LA VOZ

GRADA DE RÍO

Oscar Vázquez

El Celta ofreció un recital futbolístico en la primera parte, en donde solo le faltó el gol

11 feb 2014 . Actualizado a las 17:30 h.

Exuberancia y brillantez se dieron la mano en la clase magistral que el Celta ofreció sobre Balaídos. En una primera parte de las que convierten en creyente al más agnóstico, los de Luis Enrique propusieron cada una de las de las señas de identidad que recoge el manual del buen fútbol. Porque esa fue la propuesta celeste. Un juego de deleite, de presión, de intensidad, coral y con pinceladas maestras de la mano de Rafinha y Orellana. Una obra de arte que ya rozando el descanso dejó entrever que el segundo tiempo no podría estar a la misma altura. Así fue, el fútbol perdió lucidez en el segundo acto, si bien el esfuerzo no desmereció. Ayer, en la fiesta del fútbol de Balaídos, el único que faltó fue el gol.

La sorpresa de turno

Oubiña a la banqueta

Luis Enrique es de apuestas fuertes. Y la de ayer, desde luego, lo fue. Sentó al capitán Oubiña para conceder la responsabilidad del pivote a un Krohn-Dehli mayúsculo. Soberbia fue la actuación del danés, que agitó en la coctelera el don de la ubicuidad y la idoneidad para estar presente en cada acción relevante. Cortando y generando, como si de antemano se conociese cuál era la película del partido. Y si en el mediocampo sorprendió el danés, en la línea de vanguardia lo hizo Santi Mina, a costa de relegar al banquillo a un hombre de la calidad de Augusto.

Desgaste

Vaciarse al límite

La consigna del Celta fue clara: dejarse la piel desde el minuto uno, y hasta el noventa. Tal fue la intensidad y el desgaste de los vigueses, que llegaron al final del primer tiempo con las piernas ya agotadas, pero las mentes frescas. Y tras el descanso, cuando todo hacía presagiar que el Athletic tomaría el relevo y se aprovecharía del cansancio vigués, los de célticos fueron capaces de exprimir cada músculo y cada neurona. Si algo hay que reconocer a Luis Enrique, es que ha conseguido contagiar a sus jugadores su lucha y su voracidad sobre el césped. Ayer el Celta no bajó los brazos hasta que el tiempo se agotó, aún sabiendo que el Athletic, físicamente, estaba mucho mejor.

Choque de trenes

Misma idea, cara a cara

Celta y Athletic sienten devoción por el balón. Por eso a nadie extrañó que los dos aspirasen a dominar el encuentro a través del esférico. Eso sí, el hambre voraz con la que salieron los vigueses privó a los de Valverde de dominar el partido en el primer tiempo, y en el segundo solo pudieron aspirar a repartirse el pastel, puesto que a pesar del esfuerzo titánico de los celestes en la primera mitad, se desgastaron hasta la extenuación en la segunda para evitar que los de Valverde les arruinasen la fiesta.

Un Celta nuevo

A pasos agigantados

Solvente y resolutivo en la defensa, sólido y ambicioso en el centro del campo, y con argumentos en los últimos metros -solo le faltó el gol-, ante el Athletic se pudo ver la mejor versión del Celta. Esa que se solapó durante los últimos meses de 2013, pero que ha florecido en las últimas jornadas. Las piezas del puzle vigués ya están encajadas, y con un equipo revestido de tal ambición, la afición celeste puede vivir un año para el disfrute.