Una ciudad volcada
El recibimiento tras la hazaña fue multitudinario pese a producirse el regreso a una hora poco propicia. «Me acuerdo de toda la ciudad gozando, disfrutando, aparte de que era una inyección de dinero en un momento en el que al club le hacía falta. La llegada a Vigo y ver la ilusión de la gente fueron momentos que se convierten en inolvidables para el resto de tu vida», cuenta José Ignacio. Gustavo no olvida que llegaron «cansados y sin haber dormido nada», pero que tuvo «la sensación de hacer feliz a la gente, que es lo más grande que un jugador puede lograr con su fútbol».
Al final de aquella temporada, el Celta descendió a Segunda ?«algo que habría que analizar, porque le ha pasado luego a otros», en palabras de Ángel-. Lo achacan a que no era una plantilla amplia, a que ya no había las mismas posibilidades económicas para fichar y a que sus integrantes, igual que no contaban con experiencia en la Liga de Campeones y eso les motivaba, tampoco la tenían en los puestos de abajo, lo que les causaba una ansiedad que les pasó factura. Sin embargo, pese al agrio final de curso que les esperaba, la gesta de la que hoy se cumplen diez años se había ganado ya un capítulo propio e imborrable en la historia de las proezas celestes.