Morir en soledad

Elisardo Becoña CATEDRÁTICO DE PSICOLOGÍA CLÍNICA EN LA USC

GALICIA

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12 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Con el aumento de las personas que viven solas se ha agudizado el problema de la soledad. Casi el 30 % de los hogares españoles son unipersonales. Hay personas que viven solas, pero mantienen un alto nivel de contactos sociales, sintiéndose acompañadas, viendo frecuentemente a los vecinos, familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc. En el otro extremo, tenemos a los que están aislados socialmente y ellos se sienten realmente solos. Esta soledad no es buena, ni deseable, sobre todo porque la persona sufre, no quiere estar sola, pero distintas circunstancias, como falta de recursos para relacionarse, aislamiento del entorno, familia o amigos, le han llevado a apenas tener contactos sociales (por ejemplo, vecinos o familiares). Además, suelen tener más edad, y con frecuencia van acompañados de problemas económicos, personales, enfermedades o trastornos mentales, y no piden ayuda, aunque la precisen.

Sabemos que se ha incrementado el desapego familiar en las últimas décadas, con los hijos fuera, mayor movilidad laboral, familiares lejos, red de contactos sociales a veces escasos o inexistentes, sobre todo en las ciudades. Ello lleva a un mayor aislamiento social, sobre todo en los que se sienten ellos mismos «solos».

Lo que nos caracteriza como especie es la vida social. Lo ha sido y lo sigue siendo para nuestra supervivencia. Precisamos vivir en sociedad, con otras personas, dentro de distintas redes sociales, como la familia, amigos, personas del barrio, compañeros de trabajo, asociaciones, etc. La soledad, sobre todo cuando se vive como algo no deseado, es mala para la salud física y para la salud mental, viviendo debido a ello menos años. Y, como consecuencia, es más frecuente que esas personas tengan una peor alimentación, higiene o cuidados sanitarios.

Es preocupante, por tanto, ver cada vez más noticias donde nos enteramos de personas que se han muerto solas en su casa y nadie se ha enterado, ni sus vecinos, ni sus familiares, ni sus amigos, hasta semanas o meses después. Dejaron de existir para los demás. Se convirtieron en invisibles. Se han quedado solos.

Hoy la soledad es un grave problema y nos puede afectar a todos. De ahí la necesidad de prestarle mayor atención y tomar medidas para que las personas que viven «solas» cuenten con el apoyo necesario, cuando lo precisan. Aunque es un problema más frecuente en ciudades, también puede ocurrir en el rural. En Galicia, aunque hay muchas personas en zonas rurales que viven solas, y a veces de edad avanzada, la mayoría están muy bien acompañadas por sus vecinos, familiares, o mismo del teléfono para hablar con sus seres queridos, con un contacto continuo y fluido con otras personas, haciendo una vida normal a nivel social. En este caso, aunque la persona vive sola no se siente sola porque no tiene aislamiento social. Esto sería lo deseable para todos.