La riojana abre en la casa museo Casares Quiroga una muestra de la invasión gallega en Madrid durante los años 80
01 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Tiene el pelo rojo y una sonrisa tan alegre como los años 80, en los que retrató a cualquiera que fuera alguien (incluso a algunos que no eran nadie) en aquel Madrid despendolado y efervescente. Mariví Ibarrola (Nájera, 1956) abrió ayer una exposición en la casa museo Casares Quiroga de A Coruña repasando los años de la Movida y la invasión gallega que tomó la capital.
—¡Cuarenta años de la movida!
—¡Qué barbaridad! Pero yo me siento igual, ¿eh? Mejor, incluso. La verdad es que me lo pasé muy bien.
—Le ha dado usted un aire gallego a su exposición.
—Sí. Hubo muchos gallegos importantes. Xabier Villaverde, que ganó el primer premio de videoarte; Antón Reixa que, aparte de Os Resentidos, era el rey del videoclip. Se lo comía todo. O Víctor Coyote, que era un personaje supremo, lo hacía todo: cantaba latino cuando nadie lo hacía [y se pone a cantar].
—Está en forma Víctor.
—Ya lo creo. Cantaba, era músico, ilustrador y videorealizador; era un tipo multidisciplinar.
—Los gallegos se hacían notar.
—Mucho. También andaba por ahí Antón Patiño y Menchu Lamas, que ya estaban juntos cuando los conocí. También me llamaba la atención Antón Lamazares, que era muy valiente. Tengo fotos de todos.
—Pensé que su archivo era más musical.
—Tengo de todo, porque me gusta mucho la cultura. Con Leiro también alucinaba. Le llamábamos El leñador y ya empezaba a despuntar. Y, por supuesto, Siniestro Total, Germán Coppini...
—Seguro que entonces era más fácil acceder a los artistas.
—Lo era. No eran tan importantes. De aquella eran muy naturales, no tenían artificios.
—¿Intuía entonces que lo que fotografiaba iba a ser muy especial?
—No, en aquel momento no me daba cuenta. El valor era que hacía lo que quería hacer y que me lo pasaba muy bien. En realidad, creo que siempre he tenido criterio.
—De la Movida se critica que fue un movimiento muy hedonista, poco ideológico, niños bien divirtiéndose.
—Aquello era una forma de vida. Alguno tendría una familia pudiente, es posible, pero lo importante era que nos dimos cuenta de que estábamos todos revueltos: de marqueses a cutrelux. En realidad no teníamos de nada, pero no lo necesitábamos. Yo aprendí con cámaras prestadas, laboratorios por horas, déjame la chupa que te la devuelvo mañana y así.
—El caso era pasarlo bien.
—Es nuestra obligación, ser felices y hacer felices a los demás. De aquella no había horario de cierre de bares, no tenía seguro de coche... se hacía la vida en las tabernas y buscabas que el de la sala te invitara a algo, ja, ja. Ahora se paga por todo, hasta por aparcar en la calle. Es lo contrario a la felicidad.
—Pero no se reivindicaba nada.
—¿Cree que no era valiente entonces ponerse el pelo verde? Hay que leer aquellas letras entre líneas.
—Hacer todo ese trabajo, ¿fue más difícil siendo mujer?
—Yo fui una mujer con cámara de fotos. Luego me convertí en fotógrafa. Tampoco se le daba mucha importancia entonces a las fotos que hacía.
—¿Con qué gente se lo pasaba mejor?
—A mí la música me da felicidad. Bailando lo pasaba muy bien. Me encantaba Poch, de Derribos Arias. Estaba enfermo, pero era un figurón, aunque sus canciones eran irritantes. Era auténtico.
—Algunos le caerían peor.
—Los que peor me caían eran los de Nacha Pop, pero yo no hacía mucho grupo con la gente. Con los que más, con Derribos Arias. Una vez vinieron a mi casa y se metieron a dormir en los armarios.
—Seguro que tiene fotos que no va a publicar.
—Tengo fotos que no publicaré jamás. Y mire, yo no fui novia de nadie.
—Seguro que no le faltaron pretendientes.
—Pues no, tenía bastantes. Yo era una mujer con cámara de fotos. Me ponía en primera fila siempre porque soy una tía fuerte. Yo, con 15 años, fui campeona de Guipúzcoa de salto de longitud.
—¡Vaya!
—Y aquel año me eligieron miss verano de mi pueblo, ja, ja.
—Ahora todo quisqui hace fotos en los conciertos con el móvil.
—Ahí se abusa. Es un despilfarro y todo despilfarro es una vulgaridad. A mí no me gusta hacer fotos con los móviles. Yo llevaba un carrete de 36 y no lo gastaba en un concierto.
—Usted no empezó a exponer hasta el 2008.
—Sí. Tenía todo esto en un armario. En el 2008 hicieron un homenaje a Poch y cedí algunas fotos. A la gente se le ponía la carne de gallina. Y pensé, «tengo que sacar más fotos». Hasta encontré una en la que estoy con Joe Strummer, que ya había olvidado.
—¿Le gusta el fútbol?
—No. Nunca he ido a un partido. Y no voy a ir hasta que no me inviten. Pero me ha sorprendido mucho que el estadio de Riazor esté al lado de la playa.
—A Galicia ha venido poco.
—Poco, sí. A Santiago más. Pero me ha encantado.
—Dígame cuatro palabras sobre usted.
—Intrépida, romántica, idealista y bondadosa.
—Una canción.
—Marquee Moon de Television.
—¿Lo más importante en la vida?
—La amistad.