Novatadas en Galicia: ¿integración o acoso?

Adriana Lado López

GALICIA

Novatadas, en una imagen de archivo, en Santiago
Novatadas, en una imagen de archivo, en Santiago Álvaro Ballesteros

Las novatadas sobreviven en muchos centros. Prohibiciones y castigos parecen no haber sido suficientes para que desaparezcan.

30 ago 2021 . Actualizado a las 20:46 h.

¿Quién no ha escuchado alguna historia disparatada sobre las novatadas? Se celebran desde tiempos inmemorables en universidades y residencias universitarias. Los alumnos de primer año se convierten en los esclavos de sus compañeros de cursos superiores, sus veteranos, para poder integrarse en el grupo. Deben tratarles con respeto y hacer lo que ellos mandan. Con la gravedad que alcanzaron algunos de estos ritos de iniciación en los últimos años, la mayor parte de los centros universitarios comenzaron a prohibirlos. 

En Galicia, las novatadas sobreviven. Prohibiciones y castigos parecen no haber sido suficientes para que desaparezcan. Un exalumno de una residencia universitaria gallega, cuyo nombre prefiere no revelar, cuenta su experiencia. «Como veterano tienes que tratar mal al novato, para que te tenga respeto. Tú llevas más tiempo aquí que esa persona por lo cual te tiene que respetar y hacer absolutamente todo lo que le digas». En su residencia hay un amplio abanico de novatadas: desde algo tan inofensivo como disfrazarse y cantar hasta raparles el pelo a los novatos como monjes. También hay ingesta de alcohol obligada cuando los veteranos lo deciden; a veces les obligan a beber hasta vomitar

Pero, ¿a qué se exponen quienes hacen novatadas? Juan Carlos Sancha, director de la Residencia Teniente General Barroso, en Santiago, explica que estas prácticas suelen ser sancionadas con la expulsión del centro, que puede ser definitiva o, dependiendo de la gravedad del caso, temporal. Del mismo modo ocurre en la mayoría de residencias y colegios universitarios. 

En muchos de ellos hay miedo a dejarlas porque, de hacerlo, los novatos se verían excluidos. En el de este joven, eso no supondría un problema: «Nadie te va a marginar. Muchos de mis mejores amigos no hicieron novatadas». Pero, pese a que renunciar sería lo más fácil, él asegura que participar merece la pena. «Vas a vivir cosas que si no las haces no vivirás. Vas a tener relación con gente que de no hacerlas no tendrías [...] Muchos amigos míos se arrepintieron de no hacerlas».

¿Por qué los veteranos no ven mal lo que están haciendo? Ana Aizpún, psicóloga y autora del libro Novatadas: comprender para actuar, explica que en estas situaciones se genera una «despersonalización de la violencia». El veterano no es él, sino el papel que está «obligado» a hacer. Ejerce su poder sobre otra persona que, para él,  no es una persona con nombre y apellidos, sino un simple novato, que ha de respetarle y obedecerle. 

Aizpún explica que muchos se sienten con «un poder del que han carecido en algunas áreas de su vida». Para ella, el de los veteranos se trata de un comportamiento que denota inseguridad y la búsqueda de la validación del grupo. Señala que la relación veterano- novato se fundamenta precisamente en el abuso de ese poder. La compara con un juego de roles, donde «personas que son iguales dejan de serlo por el rol que ocupan».

 A la hora de denunciar tratos abusivos, lo que ocurre es que los novatos no quieren delatar a sus veteranos. Les compensa más guardar silencio a que les acusen de «chivatos». Juan Carlos Sancha explica como, cuando se intenta investigar sobre la práctica de novatadas, encontrar a los culpables es complicado. Los colegiales tienen miedo y «nadie quiere dar nombres». 

Santiago es la ciudad de Galicia con mayor tradición universitaria y, por tanto, con una larga trayectoria en estos ritos de iniciación. Víctor Arce, vicerrector de Estudiantes y Proyección Internacional de la USC, asegura que en la Universidad compostelana se está llevando a cabo una «labor de concienciación e prevención co alumnado», donde se les da unas pautas de comportamiento para la convivencia, no solo en las aulas, sino también en sus residencias y colegios mayores: «Non se debe confundir os actos e as iniciativas que favorezan a acollida de novo alumnado con outros tipo de actuacións que poñan en dúbida a integridade física e moral das persoas». 

Las novatadas en RMI, una residencia femenina de Santiago, son algo distintas. «Nunca se obliga ni a beber ni a fumar. Nada de eso», asegura una de las residentes, que también prefiere no revelar su nombre. Dice que se basan en la socialización. «A mi me ayudaron mucho a perder la vergüenza. Te sueltas muchísimo y ganas confianza». Cuenta que, como todas las nuevas están pasando por la misma situación, «crean un vínculo muy fuerte». Pero ella ve un inconveniente: «En mi resi no te puedes relacionar durante novatadas con gente que no las ha hecho. Desde mi punto de vista, esa regla no tiene sentido». Por este motivo se crean dos grupos y, cuando acaba el primer mes, ya no tienden a relacionarse entre ellos.

Para el psicólogo Agustín Pérez las novatadas, sobre todo si son «salvajes»,  no son una técnica que garantice la integración, sino que pueden desembocar en distinción de grupos. Señala que en esa división de gente hay similitudes con los mecanismos  de «selección natural», muy marcadas «por la presión de grupo». Él ve una gran diferencia entre tipos de novatadas: «Hay algunas que son inofensivas, para mí eso no son novatadas, sino bromas. Por ejemplo, cuando disfrazan a los chicos, o les mandan hacer una obra de teatro haciendo el payaso. Luego están las novatadas que son salvajes. Mandar beber a alguien alcohol por un embudo o colgarse por una barandilla es distinto, no tiene sentido». Dice que cierto grado de bromas o actividades de integración, para que los jóvenes se suelten, no tienen por qué ser perjudiciales si hay un suficiente control de las consecuencias, y si se plantea como una técnica de grupo para facilitar la integración. Reconoce que, en el otro extremo, estaría el no hacer ningún tipo de bienvenida para los nuevos alumnos, lo que provocaría que «entres en una comunidad nueva y no te hagan caso».

Lo que cuenta una alumna del Colegio Mayor Gelmírez, que también prefiere no identificarse,  se asemeja más a eso que propone Agustín. Compara a sus veteranos con «monitores de campamento» porque, tal y como cuenta, tenían «actividades típicas de campamento», como carreras de relevos, o juegos de presentación. «Salíamos todos disfrazados de noche y hacíamos juegos. Todo estaba dirigido a que no nos quedáramos en las  habitaciones y socializáramos. Tengo amigas que son tímidas y que, de no ser por las novatadas, no hubiera acabado hablando con ellas. Los veteranos estaban todo el rato empujando a que nos conociéramos». Habla también de la actitud de sus veteranos: «En principio había que tratarles de usted, pero la mayoría te decían que no lo hicieras. No nos hacían ninguna broma fuerte. Si íbamos por la calle nos mandaban cantar o cosas así y en los juegos, si fallabas, o algo te tiraban un huevo o agua». Tampoco les obligaban a beber: «Si querías emborracharte te lo pagabas tu. Éramos su responsabilidad y tampoco querían estar cuidando de todo el mundo. Se enfadaban cuando alguien iba mal». 

La larga historia de las novatadas tuvo su punto de inflexión el curso pasado debido a la llegada de la pandemia. Con la clausura del ocio nocturno y con la limitación de aforo en las reuniones, su ejercicio tal y como se conocía se truncó en varios aspectos. Los estudiantes afirman que, en muchas ocasiones, han tenido que reducir los grupos de reunión a la hora de hacer las quedadas, o esconderse con mayor afán de la policía cuando las realizaban. Los botellones multitudinarios, en los que los estudiantes de residencias y colegios mayores se reunían para novatear, se han extinguido aparentemente en su totalidad. Aún así, estas complicaciones no han podido acabar con ellas.

Las novatadas no han desaparecido, ni parece que lo vayan a hacer en los próximos años. En muchos centros, las bromas vejatorias han evolucionado a una serie de actividades de iniciación básicamente inofensivas. Los jóvenes suelen preferirlas, ya que  son mas llevaderas para ellos.  En otros casos, la brutalidad sigue siendo prácticamente la misma que antaño. En una semana, con la vuelta a las aulas, se podrá comprobar si estas prácticas continúan y de qué modo.