La clave está en la K

GALICIA

Pilar Canicoba

En el proceso en el que la apropiación indebida o el allanamiento pasan a ser «cool», esa letra juega un papel estelar

13 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Suelen olvidarse las implicaciones semánticas del desafío que plantean los okupas. Para entenderlas mejor habría que imaginar los términos que hoy en día describen esta forma de delincuencia sin la K, es decir, hablar por ejemplo de una casa ocupada en lugar de okupada. Sin la letra que hábilmente se infiltra en nuestros hábitos lingüísticos, la entrada en una vivienda para arrebatársela a sus propietarios tal vez volvería a ser lo que siempre fue tanto en el sentido común como en los códigos legales. Porque aunque parezca mentira, hubo un tiempo en que algo así se consideraba un delito similar a un atraco o un robo. No había entonces debates bizantinos sobre las causas profundas o las supuestas motivaciones, sino una idea clara sobre la propiedad y el derecho a usarla, compartida por derechas e izquierdas.

En esto llega la K para demostrar la capacidad del lenguaje, de una sola letra en este caso, para alterar el significado de las cosas. Donde mejor se explica este poder taumatúrgico es en Alicia en el país de las maravillas, toda una lección para futuros manipuladores y populistas. Lewis Carroll nos propone asombrosos juegos de palabras en los que los vocablos significan cosas diferentes de acuerdo con la voluntad del que los usa. El personaje de Humpty Dumpty, en concreto, merecería un puesto de honor en el santoral de los okupas. «Cuando yo uso una palabra —afirma este precursor— quiere decir lo que yo quiero que diga». En consecuencia, si se quiere convertir al okupa en un rebelde porque el mundo lo hizo así, basta con usar la K como disfraz y echar a rodar el concepto en una sociedad intimidada por la corrección política.

Una vez blanqueado el delito gracias a la letra mágica se logra crear una confusión legal, política y policial que se refleja todos los días en La Voz. Están por un lado las víctimas y vecinos modestos que no entienden que algo que siempre fue delito, se trate ahora como un movimiento social, una travesura de inconformistas que se mueve en un ámbito que no es legal ni ilegal y que además goza de simpatías influyentes. Frente a esta opinión se levanta la de quienes, desde el propio Gobierno, consideran que cualquier lucha contra el sistema, delincuencia incluida, merece ser respaldada, estimulada, protegida. Se desempolva a Proudhon para establecer que la propiedad, la de los otros, es un robo.

En este proceso en el que la apropiación indebida o el allanamiento pasan a ser cool, la K juega un papel estelar. Es la K heredera de la kale borroka que okupa el interior de la palabra y deja en la intemperie a la querida C de toda la vida. Quién sabe si los narkos, con una K oportunamente estibada, no se habrían convertido en personajes románticos como los bandoleros de Próspero Merimée. Más que una letra es un salvoconducto.

Lírica industrial

En las manifestaciones en pro de la industrialización como la celebrada el miércoles en Ferrol, se echa de menos a un personaje que haga la interpelación que hizo en su día Manuel Iglesias Corral. Don Manuel, que ya ha entrado en la historia de Galicia a través de numerosas puertas, presenciaba en cierta ocasión una bombástica disertación en la que al orador se le ocurrió apoyarse en una cita lírica. «Como dijo aquel poeta…», empezó el sujeto. Iglesias, con una voz atenuada pero inteligible, replicó: «¿Qué poeta?». Del mismo modo, ante los discursos rituales que exigen industrias para tal o cual territorio, habría que preguntar qué industrias. A 150 kilómetros de Ferrol tirando hacia el sur, el día anterior se habían celebrado protestas de los operarios de Ence y trabajadores forestales, para pedir que esa factoría no se cierre. El cierre de Ence es lo que defienden parte de las fuerzas políticas y sindicales que clamaban en el norte por la industrialización. ¿Qué industria se quiere? Se desconoce el nombre del poeta.

Aquel caballo de Troya

Hace cosa de un año apareció en la zoología política de Galicia un curioso parásito de nombre Galicia Suma. La pretensión de sus promotores era formar una coalición electoral entre el todo y la nada, es decir entre el PP gallego y Cs y a tal fin Arrimadas y Casado hicieron todo lo posible por persuadir a Feijoo, el cual zanjó la cuestión diciendo que la suma ya estaba consumada. De haberse dejado llevar por los cantos de sirena Galicia sería ahora Madrid o Murcia, o lo que es lo mismo una comunidad sin nadie al timón, con un futuro incierto y un presente la mar de emocionante. Como aquel caballo de Troya se quedó a las puertas de Pedrafita, el mismo día que se da cuenta de los acuerdos del presidente gallego con Ábalos, se refieren las diversas erupciones de ahí fuera que se suman al volcán crónico catalán. En este caso la causa es un partido que liquida sus pertenencias y se pone en almoneda. Cs cuelga el cartel de se vende, se alquila o se traspasa para ser, como dice la copla, esa falsa moneda que de mano en mano va y ninguno se la queda.