Juicio sobre la maldad y la locura

m. C. A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

EDUARDO PEREZ

Concluye la vista contra el parricida de Oza y empieza la deliberación del jurado, que podría dar hoy su veredicto

04 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Terminó el juicio contra el presunto parricida de Oza con la fiscala y los abogados de las partes dirigiéndose a los miembros del jurado en su última oportunidad para persuadirlos de sus tesis. Ninguna de ellas se alejó del dilema entre la maldad y la locura que gravitó sobre las siete jornadas de juicio. La controvertida salud mental del acusado, sobre la que descansa la estrategia de la defensa para solicitar una eximente por anulación o limitación de sus facultades, ocupó el centro de la causa hasta el último día. «Estamos ante una persona mala. Ha sido mala siempre y probablemente lo seguirá siendo», defendió la abogada de la madre del niño asesinado, tras relatar el horror al que la condujo Marcos Mirás desde el inicio del matrimonio.

«Tres años bastaron para asolar una vida entera», apuntó la letrada sobre la brutalidad de las vejaciones, que, lejos de desaparecer tras la separación, se volvieron más despiadadas, sistemáticas y devastadoras, llegadas desde teléfonos ocultos, redes sociales, páginas de contactos sexuales en las que el acusado publicó anuncios con el nombre y el teléfono de la madre de su hijo. Contra la libertad de la mujer de elegir «cómo quiere, cuándo quiere y con quién quiere seguir su vida», el hombre que condujo a la policía ante el cadáver del chiquillo 24 horas después de su desaparición cumplió sus amenazas y avisos y, ya que a la madre «era difícil matarla» -cuatro años después del fin de la orden de alejamiento no iba sola «ni al Gadis de enfrente de casa»-, decidió «matarla en vida matando a su hijo».

La abogada incidió en la secuencia de actos que Mirás realizó antes del asesinato, incompatible a su entender con un episodio psicótico transitorio, y en la alevosía constitutiva del delito de asesinato. «El lugar del crimen era una ratonera», afirmó. La reserva de una habitación en un hostal, el hallazgo de una pala nueva al lado del cadáver, la venta del ordenador y el cierre (la víspera del suceso) de la cuenta de Facebook desde la que había vertido las amenazas sustentan la premeditación.

El cierre lo puso el abogado defensor. «El privilegio de la última palabra», concedió la fiscala, que recibió reproches por su «falta de objetividad» y su «sensacionalismo macabro y barato» en el tratamiento de los detalles más escabrosos a fin de «manipular al jurado». La defensa censuró que se argumentase con hechos no probados -la hora de la reserva del hostal, la compra de la pala o las amenazas sobreseídas-, lo que le dio pie para advertir al tribunal sobre el in dubio pro reo, un principio jurídico fundamental que obliga al jurado, en caso de duda, a tomar la decisión más favorable al acusado.

El abogado de Marcos Mirás defendió la validez del informe psiquiátrico encargado a un especialista que señaló contradicciones en el historial clínico, y concluyó que, aunque «nadie sabrá nunca lo que ocurrió ese día», el hombre pudo sufrir un delirio psicótico, compatible con la planificación del crimen. El letrado, que calificó lo sucedido de catastrófico y pidió el encierro en un psiquiátrico, sea loco, como él considera, o cuerdo -«en ese caso sería la peor faena que podríamos hacerle»-, alegó antecedentes familiares de esquizofrenia, un cuadro psicótico en el 2009, peticiones de ayuda a la Xunta para tratar sus trastornos, la suspensión a petición propia del régimen de visitas del niño por empeoramiento de su salud mental, una amnesia lacunar que pudo haber bloqueado los instantes previos al asesinato, su frialdad extrema e imperturbable desde aquel día hasta ayer, «típica de los psicóticos», y, en contraposición, el estado agitado y sudoroso en que dos testigos lo vieron el día del crimen. Marcos Mirás no quiso añadir nada para poner fin al juicio. Hoy el jurado deliberará y emitirá su veredicto.