Un superviviente del derrumbe del vertedero de Bens: «Ese día corrín máis que Usain Bolt»

Toni Silva A CORUÑA / LA VOZ

GALICIA

MARCOS MÍGUEZ / IAGO GARCÍA

Toneladas de basura se le venían encima y se refugió tras un muro del puerto. Otro hombre no corrió la misma suerte y quedó sepultado bajo los desechos de la ciudad

16 may 2018 . Actualizado a las 08:41 h.

Cada ciudad tiene su episodio doméstico que trasciende el paso del tiempo, sucesos que, aunque se olviden fuera de sus fronteras, se graban para siempre en la historia particular del lugar. En A Coruña se escribió una el 10 de septiembre de 1996. El vertedero de Bens, una anárquica montaña de desechos, se vino abajo. El alud de basura corrió por la ladera hasta el puerto de O Portiño llevándose por delante la vida de Joaquín Serantes, una tragedia que dejó en anécdota las decenas de coches y lanchas sepultadas. Luis Mantiñán estaba allí y lo vio todo. A él le persiguió la -disculpen la expresión- montaña de mierda. Se refugió en los muros del muelle, desde donde vio cómo el vertedero se metía en el mar. «E o impacto provocou unha onda que cubriu aquela illa», dice señalando el pequeño islote de San Pedro. Ya lo han leído más arriba: «Ese día corrín máis que Usain Bolt». Ningún cronómetro le midió la carrera pero, ¿a que ahora suena más creíble?

«Semellante montaña, semellante montaña», repite Luis. Él y sus amigos ya habían avisado de las dimensiones desmesuradas del vertedero. Veían venir la tragedia. Y Luis la acabó viendo en directo. «Camiñaba cara ao coche e oín un estrondo enorme, vin a montaña caer e saín correndo», relata. Estaba con su amigo Jorge. De la impresión, se miraban sin cruzarse palabra. Y la impresión duró mucho. «Nos días seguintes, cada vez que nos viamos dabámonos unha aperta». Poco le importó a Luis Mantiñán la suerte que había corrido su coche, un Seat Toledo nuevo, con apenas 5.000 kilómetros. Acababa de salvar la vida, siendo incluso testigo de cómo otro hombre la acababa de perder. Joaquín, el muerto, no era vecino de O Portiño. «Pero viña case todos os días, aparcaba o coche e sentábase no capó a ler o xornal». Y ese día estaba en primera línea del derrumbe, nadie pudo hacer nada por él.

A finales de los años 90 apenas había móviles. Por eso pasaron varias horas hasta que los vecinos despejaron las incógnitas de quién podría estar atrapado bajo la montaña de basura. «Sentín á miña cuñada berrar desesperada», recuerda Luis. Porque su hermano y su sobrino acababan de pasar dos minutos antes por la carretera afectada. «Paróuseme o corazón».

Hoy Bens es una montaña ordenada y ajardinada en forma de zigurat de las afueras de A Coruña. Aquel suceso recondujo la política de residuos en la ciudad. Pero muchos, como el propio Luis, lamentan no haber insistido ante lo que consideraban una amenaza. «Dixémolo varias veces pero no Concello un enxeñeiro dicíanos que xa estaba pendente disto, así que non vas desconfiar... non?». Asegura Luis que, después del suceso, le recriminó al alcalde Francisco Vázquez no haber escuchado a los vecinos. Mantiñán elucubra con una hipotética tragedia de mayores dimensiones: «Se iso chega a pasar o día do Carme a ver de cantos mortos estamos falando».

En agosto de 1992, el periodista de La Voz, Rodri García, recorrió palmo a palmo el vertedero para describir cómo decenas de personas recogían allí mismo basura e incluso restos de comida. «Los camiones de las áreas comerciales son los más esperados, con fruta relativamente en buen estado», describía Rodri en un reportaje titulado Los parias de Bens. Cuatro años después llegó el derrumbe y, por suerte, ninguno de ellos se encontraba allí.«Tiña que rebentar», espeta Luis. «E rebentou».