Un barrio donde okupar es lo normal

Álvaro Alonso Filgueira
Álvaro Alonso FERROL / LA VOZ

GALICIA

JOSÉ PARDO

La instalación ilegal en viviendas es una práctica habitual en el área ferrolana de Recimil

09 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«No puedes salir de casa sin poner un refuerzo, porque a lo mejor cuando vuelves te encuentras dos extraños dentro», cuenta José Manuel, un vecino. Llegar, abrir la puerta y establecerse. La okupación y, por lo tanto, la ilegalidad, marca el paso en demasiadas viviendas de Recimil, un barrio de Ferrol. Prácticamente en cada edificio hay algún piso en el que el nombre del inquilino no aparece en el buzón. «Esto es como en el Oeste. Se meten, cuelgan la toalla para marcar el territorio y no salen de allí», asegura Aurora, otra vecina que resume que «hay un desastre total».

Un paseo por el barrio basta para comprobar que está lleno de viviendas y bajos tapiados con ladrillos o con madera, a raíz de los desahucios, y puertas en las que la cerradura fue sustituida por un candado. Los contrastes son notables entre la situación de unos inquilinos y otros: unos que cumplen a rajatabla con el alquiler y otros que llevan incluso años sin regularizar su emplazamiento. No obstante, la culpa de esto último se reparte entre los que realizan la ocupación y el Concello, que por allí, dice José Manuel, «pasa, pero pasa de largo». «Fueron regularizando, pero queda mucho por hacer. Hace tiempo que veo esto fatal», señala el hasta hace poco presidente vecinal, Jesús Caselas. «Los políticos, también los actuales, nunca hicieron lo que prometieron. Se lo toman a broma, y la broma son ellos», zanja Julio, residente. Pilar, una vecina, tiene dos plantas por encima de la suya a un okupa que es conflictivo. «Viene un día sí y cuatro no», comenta. Dejó la venta abierta de par en par y un candado en la puerta. «No hay nadie que se preocupe por el barrio y estas situaciones son habituales», añade. «Hasta se traspasan las viviendas entre ellos», apunta Aurora. Los que llevan allí toda la vida son los que peor se sienten, aunque por motivos económicos no les queda otra que quedarse allí. Mientras, los recién llegados guardan silencio.

Quien sí explica su situación es Noelia Meizoso, una vecina que fue desahuciada en dos ocasiones: «Me ofrecieron la casa y entré por necesidad», asegura esta mujer de 27 años con un niño pequeño. Afirma que fueron los vecinos del edificio donde vive su madre los que se la ofrecieron a ella para evitar la llegada de okupas conflictivos: «Los vecinos llevan ahí toda la vida y no querían que se metiera nadie desconocido. Entonces me la ofrecieron, me animé y lo hice, por necesidad», explica esta mujer.