Esperanza Aguirre, eterna rival del líder del PP, decide morir intentando matar

Gonzalo Bareño Canosa
G. Bareño MADRID / LA VOZ

GALICIA

Pilar Canicoba

La lideresa interpreta que se avecina una catarsis política en el partido y pretende arrastrar a Rajoy

15 feb 2016 . Actualizado a las 08:41 h.

Lleva muchos años dedicada en cuerpo y alma a destruir el liderazgo de Mariano Rajoy en el PP. Y, fiel a esa obsesión, incluso en el momento de su fin político ha querido Esperanza Aguirre morir matando. Su dimisión y sus argumentos son solo una representación cuyo único fin es poner contra las cuerdas a Rajoy. Su salida de la presidencia del PP de Madrid era obligada en cuestión de meses porque se había comprometido a ello. Pero ha preferido escenificar su dimisión como responsable indirecta de las tropelías de sus subordinados para poner a Rajoy en la picota y tratar de forzarle a hacer lo mismo.

Si ella tiene que sacrificarse por haber nombrado a presuntos corruptos y no haber impedido una trama de financiación irregular, Rajoy debería hacer lo mismo por haber nombrado a Bárcenas y no impedir que una trama de corrupción como la Gürtel anidara en el PP. Ese y no otro es el mensaje que lanzó la ya ex presidenta del PP de Madrid.

Incluso al revelar el mensaje que le envió el líder de los populares -«te entiendo»-, trataba Aguirre de sugerir que Rajoy la comprendía porque se encuentra en la misma situación. La última puñalada de su rival le llega a Rajoy cuando creía haber alcanzado una tregua en unas relaciones que llevan siendo hostiles muchos años. Y cuando estaba seguro de haberse librado definitivamente de la sombra de su principal enemiga. Fiel a su leyenda de no empuñar personalmente la espada para cortar cabezas si no es estrictamente necesario, Rajoy dio en las pasadas elecciones municipales una lección de frío pragmatismo al designar a Aguirre como candidata a la alcaldía de Madrid.

El olfato político de la lideresa

Dos circunstancias influyeron en esa sorprendente elección. El líder del PP no quería que, en caso de no conseguir la alcaldía con otro candidato, se le acusara de haber relegado a Aguirre por animadversión personal y perjudicar al partido. Y, además, pensaba que la más que probable derrota de Aguirre la enterraría.

Casi lo había conseguido, pero no contaba con la última jugada de una lideresa que, si algo tiene, es olfato político. Dimitió como presidenta de la Comunidad cuando detectó que las cosas se complicaban por la crisis. Y dimite de nuevo cuando interpreta que se acerca una catarsis en el PP. «La corrupción nos está matando a todos», dijo, por si a alguien no le había quedado claro que, a su juicio, detrás de ella deben ir otros muchos que están igual de muertos. La mujer que ha encarnado como nadie en el PP el personalismo, actuando siempre como un verso suelto del partido y sin dar cuentas a nadie, asegura que no es tiempo de personalismos y sí de sacrificios. Pero será difícil que sea precisamente ella quien logre que Rajoy entregue su cabeza.