Mal, muy mal empieza la legislatura. Unos confunden el Parlamento con una barraca de feria y otros se creen que están en el patio del colegio. Celia Villalobos tiene ya un abultado historial de exabruptos. Pero no había llegado al extremo de despreciar a un diputado por su aspecto. Ese desdén es indigno de su cargo, porque quien es incapaz de respetar a los representantes del pueblo no debería ser vicepresidenta del Parlamento. Porque no es una gracia, como la calificó el anterior portavoz parlamentario del PP, que en cambio no se cortó en descalificar los numeritos de Podemos. Una doble vara de medir que esconde el clasismo de quien desdeña al diferente. Y si rechazable es la soberbia de quien se cree la genuina voz del pueblo, no lo es menos la de quien intenta apropiarse de las instituciones e imponer una única forma de estar en ellas, la suya.