Es un cambio de personas, pero no de política. Más Feijoo que nunca, más estabilidad, dirán algunos, que nunca. La política de esta Xunta la marca el presidente y los conselleiros tienen menos margen para actuar que cuando gobernaba Fraga, y no digamos Touriño. Nada o casi nada harán los elegidos que no pase por el Monte Pío. Que nadie espere revoluciones. Muchos, claro, tampoco las desean. Lo lógico es que no haya más transformaciones en la política de la consellería de Facenda que las que permita -o lo que Feijoo diga que permita, que muchas veces no es lo mismo- la coyuntura económica. Él dirá a dónde va cada euro. Los nuevos conselleiros tienen ante sí los viejos y cada vez más acusados problemas de la educación, los viejos, y cada vez más acusados, problemas de la lengua, los viejos problemas económicos. Trabajo no les va a faltar. Cambia el gobierno pero, lógicamente, Feijoo permanece para, él dirá cómo, tratar de resolver los fenomenales problemas de Galicia. Y he ahí, después de todo, la monumental cuestión.