Como en el resto del país, el curso político en Galicia se abrirá con un follón: el provocado por la decisión del Gobierno de impulsar el cambio del sistema para la elección de los alcaldes. Si la reforma, cuyo contenido se conocerá cuando Rajoy comparezca en el Congreso, acabara extendiéndose, además, a la elección del presidente de la Xunta -lo que Feijoo reclama una y otra vez- el lío, que podría ser mayúsculo, haría palidecer el que ya generó la eventual rebaja del número de diputados de nuestro parlamento autónomo.
Dejando de lado tal rebaja -una ocurrencia que sus impulsores, probablemente arrepentidos, no saben muy bien cómo enterrar-, lo cierto es que la posibilidad de reducir el papel de las corporaciones locales para aumentar el de los electores en la designación de los alcaldes sí supone un cambio sustancial de las reglas de juego que ha ido conformando nuestro sistema de partidos. Y todo hace pensar que el cambio de esas reglas, de ahí su relevancia, afectaría tanto a los partidos ya consolidados como a los que aspiran a estarlo en medio del actual río revuelto de la política española. La doble vuelta o la prima de mayoría favorecería a las grandes fuerzas, bien en el conjunto del país (PP y PSOE), bien en algunas comunidades (CiU, ERC, PNV, CC) y perjudicaría a los pequeños que ya existen o que tratan de abrirse un nuevo espacio. En realidad es ese hecho y no la circunstancia temporal de que el cambio se haga poco antes de las próximas locales el que explica que la hipotética reforma de la ley electoral pueda acabar provocando una auténtica intifada de los minoritarios. Si estos saliesen también beneficiados, el momento de la reforma se la traería completamente al pairo.
En tales condiciones, solo el PSOE juega a dos barajas: critica el cambio que plantea el PP en su propio beneficio, pero sabe que sacará de él ventajas sustanciales: en el presente, porque fortalecerá su posición frente a todas las minorías que se sitúan a su izquierda; y hacia el futuro, cuando ocupe la posición de primera fuerza que hoy tiene el PP en muchos municipios. Ello explica que el propio PSOE presentara en 1998 una proposición de ley en línea con lo que ahora pretende el Gobierno, propuesta que luego mantuvo en dos programas electorales sucesivos. Pero en política, claro, las cosas son así.