El mar se cobra ocho vidas más con el naufragio del «Santa Ana»

E. Mouzo / M. Hermida / a. gerpe A CORUÑA, RIBEIRA / LA VOZ

GALICIA

Lucas Mayo, Marcos del Agua, Manuel Tajes y parte de la tripulación del «Santa Ana»
Lucas Mayo, Marcos del Agua, Manuel Tajes y parte de la tripulación del «Santa Ana»

El «Santa Ana» se fue a pique en una zona rocosa asturiana por causas desconocidas y deja un único superviviente, dos muertos y 6 desaparecidos que podrían estar aún dentro

11 mar 2014 . Actualizado a las 11:09 h.

Dos muertos, seis desaparecidos y un solo superviviente. Este es el trágico balance del encallamiento y posterior hundimiento frente a la costa asturiana del arrastrero Santa Ana, con base en el puerto portugués de Matosinhos, pero su armador, José Balayo, es de Muros. De ahí son también cuatro de los tripulantes. El único que ha salvado la vida es Manuel Simal Sande, segundo patrón de pesca. Menos fortuna corrieron los otros tres. El cadáver de Manuel Indalecio Mayo Brea, de 50 años, fue rescatado junto al del portugués Francisco Gomes Fragateiro. Además, están desaparecidos el mecánico Manuel María Tajes Lestón, de Muros, al igual que Lucas José Mayo Abeijón; el asturiano Marcos del Agua Chacón; el portugués Víctor José Farinhas Braga y los indonesios Suherman y Wasito.

El drama se empezó a fraguar a las 4.30 horas de ayer, cuando el Santa Ana salió a la xarda desde el puerto de Avilés. A su par navegaban otros tres arrastreros de la misma armadora, el Brutimar, el Balayo y el Ciudad de Albufeira. Y fue el patrón de este barco el que a las 5.30 horas alertó a Salvamento Marítimo porque no lograba contactar con el Santa Ana. Se encontraban a media milla del cabo Peñas, junto a la isla Erbosa.

«Tenía cortes en las manos»

El aviso fue recepcionado por el pesquero avilesino Maresco. Tras un rastreo de una media hora, vieron cómo lo único del Santa Ana que quedaba al sol era su proa, y estaba encima de las rompientes de la Erbosa, contra las piedras en que había encallado. En las inmediaciones flotaban sus tres balsas. En una de ellas se encontraba Manuel Simal: «Tenía mucho frío, un golpe en la cabeza, cortes en las manos y en los pies y dolores de espalda. Estaba muy mal y nos pidió que lo lleváramos a tierra. No se tenía en pie», relataron los tripulantes del Maresco a El Comercio.

A los pocos minutos llegaron la Salvamar Rijel y la Salvamar Capella, que lograron rescatar dos cuerpos. También se sumaron dos patrulleras de la Guardia Civil y otra de la Cruz Roja. Por aire lo hizo el Helimer 203. Del resto de la tripulación, ni rastro. Todo apunta a que se encuentran en el interior del buque, en sus camarotes. Y es que el único superviviente del Santa Ana manifestó desde el hospital que estaban durmiendo.

Lo que no está claro es por qué se dirigió el barco hacia esa zona rocosa, encalló y se hundió. Salvamento Marítimo también envió a cabo Peñas al equipo de buceadores de la Base Estratégica de Fene. Pero los submarinistas no pudieron sumergirse: «Había mucho mar de fondo, con olas de hasta tres metros y muy poca visibilidad. Mañana [por hoy] se reiniciarán los trabajos», informaron desde Sasemar.

En Muros, familiares y amigos repasaban una y otra vez la cronología de los hechos. En las aldeas de Tal y Abelleira fueron muchos los que el domingo vieron a Lucas Mayo, Indalecio Mayo, Manuel Simal y Manolo Tajes en algún momento del día, antes de partir en autobús hacia Asturias. «Estaba coma sempre, alegre. Comeu na nosa casa cos seus rapaciños, cos meus netos, e dixo que para a semana xa volvía. E poucas horas despois... En fin», recordaba el suegro de Manolo Tajes, maquinista del barco.

Luego, todos explicaban también que, de madrugada, la mujer de Manuel Simal llamó a las casas de otros tripulantes con las malas noticias que, lógicamente, corrieron como la pólvora. A las pocas horas, varios coches cargados con familiares de las tripulantes partían ya hacia Avilés.