El crimen de Santiago sigue despertando numerosos interrogantes aunque la febrilidad inicial haya dejado lugar a actitudes más templadas. Detrás de estos interrogantes podemos sentir la ansiedad de la falta de respuestas y, sobre todo, de coherencia en las explicaciones que se han ido construyendo y descartando a partir de la información publicada en los medios de comunicación, y que no pueden dejar como rastro más que hipótesis cuyo valor de verdad tal vez no se sepa nunca.
La necesidad de comprender las razones detrás de un crimen no se basa en una curiosidad mórbida o en el frecuentemente culpado sensacionalismo por consumir noticias sobre la vida de los demás. Aunque podamos reconocer la existencia de tales pecados humanos, demasiado humanos, por parafrasear a Nietzsche, la búsqueda de explicaciones responde a unas necesidades humanas de carácter profundamente social, ligadas a nuestra esencia de zóonpolitikon, o animal social. Nuestra existencia en comunidad ha sido necesaria para nuestra supervivencia a lo largo del tiempo y algunas de nuestras adaptaciones psicológicas dan cuenta de ello. Vivir en comunidad ha supuesto desarrollar estrategias para predecir el comportamiento de los demás y así saber cuándo reaccionar frente al peligro.
La ocurrencia de un crimen mueve los cimientos de nuestra visión del mundo que incluyen la creencia en la esencial seguridad de nuestra existencia -sesgo optimista que requiere de la negación de la fragilidad y de estrategias de afrontamiento de la ansiedad que esta ocasional conciencia provoca-. Nuestra visión del mundo se construye además para albergar ilusiones necesarias como la estabilidad y la racionalidad del comportamiento, sin la cual la detección de intenciones y, como consecuencia, la predictibilidad, serían imposibles. Cuando la ilusión de predictibilidad quiebra, el ser humano experimenta ansiedad y empieza a buscar reestablecer la sensación de que su visión del mundo refleja adecuadamente la realidad, capacidad necesaria para manejarse adecuadamente en un mundo complejo de relaciones sociales. De allí que incorporar explicaciones sobre las motivaciones del comportamiento criminal del prójimo se experimenta como una necesidad, independiente del resultado de un proceso judicial.
Adina Dumitru es psicóloga