«Si los políticos prohíben el botellón, beberemos a escondidas»

E.?V. Pita VIGO |

GALICIA

«Si nos quitan el botellón es como quitar a los viejos su partida y el cigarro», dice un chico. Otro añade: «España y fiesta son sinónimos»

31 oct 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Es medianoche en el parque de Montero Ríos y el pantalán del Real Club Náutico de Vigo. Ha escampado y desfilan las primeras pandillas cargadas de bolsas azules. Unas chicas cantan el Cumpleaños feliz y reparten besos. Otros se acomodan en las gradas del paseo, charlan y mezclan una botella de Coca-Cola de dos litros, Kas limón con sidra, whisky o vodka del barato. Dos parejas, que dicen tener entre 18 y 20 años, se han acomodado a modo de picnic a resguardo de la lluvia. Comen pipas y preparan unos cubalibres cerca de varios pobres sin techo que duermen en sacos. «Bebimos alcohol de menores. Nos lo pasaban otros del súper o el 24 horas», admite uno. «En Cangas, los vecinos nos han tirado hasta huevos podres y cubos de agua sucia. Una vez, la policía nos vino a echar. Pero prohibir el botellón es la ley seca», dice la Loca. Seguirán hasta las 4 de la madrugada.

En un banco del parque, tres universitarias de 19 años comparten una botella de refresco de cola de marca blanca que compraron en el Día por 0,30 euros. Lo mezclan con vodka de cuatro euros. «¿Sabéis que los políticos dicen que el alcohol poda las neuronas de los más jóvenes?». Una chica, apodada la Mili, replica: «Solo consumimos en fin de semana. El alcohol fue algo de siempre, no es que esta generación sea más borracha. El botellón tiene éxito porque es una forma de pasar el tiempo, el bar es para millonarios. Aquí pillamos el puntillo para ir después a la discoteca». «Si los políticos lo prohíben beberemos a escondidas», insiste. El botellón equivale a fiesta, un lugar de encuentro social. Algunos legisladores recetan la educación para frenar la resaca en las aulas. «¿Y si os ofreciesen actividades culturales o de ocio como alternativa a la noche?». Ponen cara de haberles dado el bajón.

Otra pandilla con gorras de rapero charla frente al pantalán. «Empezamos a beber a los 17 o 18. Si nos quitan el botellón, es como quitarle a los viejos su partida y el cigarro; te dejan sin diversión», dice Carlos Vilas. «¿No me habrás dado el nombre de un colega tuyo?», desconfía el periodista. «No, no». Un amigo apuntilla: «España es sinónimo de fiesta, si no, no vendrían turistas». Opina que multar con 600 euros a los menores «me parece bien, pero que se la pongan a los padres, la culpa es de ellos por no controlar a sus hijos. Empecé a beber a los 17. A los 15 y 16, no salíamos, jugábamos al Pokemon [videojuego]», aclara uno.

Las gradas del paseo se han llenado, cada grupo a lo suyo. Charlan de temas tan variopintos como los derechos de las parejas o apuntes de clase. Un estudiante explica que entre los 17 y 20 años, sus padres les dan una paga media de 70 euros a la semana. Si él va de botellón, gasta de 8 a 10 euros. Si sale de copas: 25 euros. A estas edades, una multa de 600 euros es toda una fortuna.

Pero el botellón ¿es solo la opción más barata o hay algo más? Un chaval toca la guitarra junto a dos amigos. «¿Si te diesen una paga de cien euros a la semana, ¿seguirías de botellón?». A uno le brillan los ojos al escuchar «100 euros» pero no lo duda: «Sí, claro. En el bar hay ruido y no puedes charlar ni tocar».