DOS CICLOS de dos meses de este año -agosto y septiembre, de una parte, y noviembre y lo que va de diciembre, de otra- han quebrado una línea rotundamente positiva en la tendencia de la accidentalidad del tráfico gallego. No quiere esto decir que los resultados finales del 2005 sean peores que los del 2004 en los indicadores básicos del número de accidentes mortales y personas muertas. A 22 de diciembre, el registro gallego recoge descensos del 8,4% en los siniestros mortales y del 2,5% en personas muertas. Es una lástima, en todo caso, que la suma de fallecidos en aquellos dos períodos bimensuales -60 en el primero y 37 en el segundo- no permita un final de año que se prometía más que aceptable en las perspectivas de la seguridad vial. Parece oportuna esta leve revisión de datos, en cuanto pueda servir para una cierta reflexión ante días como los que vienen, en los que se multiplican viajes, celebraciones y consumo de bebidas alcohólicas. Al final, el alza de la cuenta de accidentes es triste parte del tiempo de Navidad. Y uno, en este trance, y mas allá de la fácil prédica moral, opta por la transcripción parcial del punto 21 de la Resolución del Parlamento Europeo del 29 de septiembre, que marca como objetivo la reducción a la mitad del número de muertos entre el 2005 y el 2010: «El cumplimiento de la normativa vigente sobre la circulación por carretera podría mejorar radicalmente la seguridad vial, habida cuenta de que la mayor parte de los accidentes -aquí uno diría que todos- se derivan del incumplimiento de las normas de tráfico». Ciertamente, no son necesarias glosas.