El timo del James Bond

La Voz

GALICIA

Robert Hendy-Freegard se hacía pasar por espía del MI5 y engañaba a sus víctimas asegurando que estaban amenazados por el IRA. Ha sido condenado a cadena perpetua

08 sep 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

El camarero inglés Robert Hendy-Freegard podía haber sido el James Bond al que todos hemos soñado parecernos alguna vez en nuestra vida. Pero la cruda realidad es que en vez de ser un espía a las órdenes de Su Graciosa Majestad, con licencia para matar y seductor de bellezas exóticas, no dejó de ser un embustero del tres al cuarto sólo capaz de aprovecharse de la inocencia de otros. Hace tres días la justicia británica condenó a dos cadenas perpetuas a este hombre de 34 años por dos intentos de secuestro, diez acusaciones de robo, ocho delitos de estafa durante doce años, un fraude que le reportó más de 1,4 millones de euros. Su estrategia fue hacer creer a ocho inocentes que él era un miembro del MI5 y que sus vidas estaban en peligro por el IRA. Dos de sus víctimas consideraron en algún momento el suicidio. Telaraña de engaños La telaraña de engaños y embustes de Hendy-Freegard comenzó a tejerse en 1993 cuando conoció a su primera víctima, John Atkinson, un estudiante en el Harper Adams Agricultural College, cerca de Newport, Shropshire, y actual profesor de inglés en Praga. El supuesto espía le convenció «mediante un poderoso poder de manipulación», tal como han indicado los psicólogos que han estudiado su personalidad, de que era un espía al servicio del MI5, que ejecutaba misiones arriesgando su vida en un completo anonimato. Hendy-Freegard, conocido por Scotland Yard y el FBI como The Puppetmaster , hizo creer a su víctima que había sido elegido para luchar contra el terrorismo del IRA. En el proceso de adiestramiento la víctima incluso se dejó golpear por el acusado «para probar si valía como asistente suyo». En el proceso que duró varios años, la víctima le llegó a entregar 500.000 euros en concepto de «protección policial». En realidad, el espía embustero trabajaba en el pub Swan de Newport. «Cuando me enteré de la verdad creí que el mundo se abría bajo mis pies», explica Atkinson, y agrega, «Hendy-Freegard es un psicópata peligroso, capaz de intimidar si hace falta para lograr sus propósitos». La psicóloga Jill Mytton explica que «el acusado era capaz de privar a sus víctimas de cualquier control sobre sus decisiones, eliminar el juicio de estas personas y reducir la capacidad de que percibieran lo que realmente estaba pasando a su alrededor». Entre las ocho víctimas, tres de ellas estudiantes, de Hendy-Freegard abundan las mujeres. A todas enamora, a todas privó de voluntad y a todas arruinó. Sarah Smith, otra estudiante de la misma universidad que Atkinson, llegó a entregar al acusado unos 300.000 euros, tras hacerle creer que el IRA estaba tras sus pasos. En una ocasión la llevó a una vivienda a la que el embaucador llamó «casa de seguridad» y la obligó a permanecer en ella durante días con un balde sobre la cabeza. Técnicas sexuales A todas sedujo hasta el grado de que una de sus víctimas, recién casada, abandonó a su marido, su trabajo, entregó todos sus ahorros y de una vida de bienestar ha pasado a ser una indigente que duerme en los bancos de un parque de Londres, según se explicó durante el juicio, que se celebró hace tres días. Otra víctima fue Caroline Cowper, que una vez calificó las técnicas sexuales del acusado como de «once sobre diez». Hendy-Freegard la deslumbró con su promesa de matrimonio, un enorme diamante como anillo de prometida y lujosas vacaciones en el extranjero, todo ello pagado con el dinero obtenido de las cuentas bancarias de la mujer. Su última víctima fue la psicóloga norteamericana Kimberley Adams, objetivo del acusado porque su padrastro ganó 25 millones de euros en la lotería. Esta mujer abandonó su anterior vida convencida de que, una vez casada, el espía embustero la iba a llevar a vivir a un faro en las islas del norte de Escocia para controlar el paso de los submarinos rusos por el Mar del Norte.