Tiempo de verano

GALICIA

TRÁFICO Y VIDA | O |

03 jul 2003 . Actualizado a las 07:00 h.

Estos días iniciales del mes de julio marcan uno de los períodos vacacionales de mayor reclamo por parte de la ciudadanía; se advierten crecimientos en las intensidades ordinarias del tráfico en viajes de distinto signo, entre los de corto recorrido y los de mayor entidad; comienzan a complicarse los accesos a núcleos urbanos y las leves o menos leves retenciones empiezan a ser frecuentes. Al ritmo de ocupación de las carreteras -como obedeciendo a inexorables principios físicos- aumentan los riesgos y es de ahí la necesidad de impulsar sistemas de vigilancia complejos sobre los itinerarios básicos. Son continuos los avisos y las recomendaciones desde todos los medios de comunicación, y se llama a la conciencia de los usuarios para la práctica de modos de conducción sosegada, como condición precisa para quien se afane por terminar su viaje felizmente frente a los inevitables desmanes de otros. Un primero de julio feliz Ahora, siquiera para abrir puertas a un cierto optimismo -rara avis en los derroteros del tráfico, siempre cuajado de episodios ingratos-, hacemos mención de una noticia institucional, coincidente con el comienzo de este primer éxodo de automóviles del verano, que dice así: «En el día de ayer, primero de julio de 2003, no hubo ningún accidente mortal en las carreteras -entiéndase que en las españolas-; la última vez que esto ocurrió fue el 14 de noviembre de 1995». En una primera y simple aproximación, casi cabría decir que será preciso esperar otro período de ocho años para que tan fausto hecho se repita. Más consecuente resulta, sin embargo, una sencilla reflexión, como la que lleva a deducir que es posible -aun a costa de la compleja circulación de estas fechas- que en cualquier día del mes de enero no se pierda una sola vida por causa del tráfico, tanto como deshacer la vieja teoría del accidente, como tributo que ha de satisfacerse necesariamente a la progresión de la automoción. No es dudoso que el uso racional del vehículo de motor sea el quicio de la seguridad vial, frente al peligro de la conducción desordenada.