Londres explica el crimen de Diego Piñeiro

EFE LONDRES

GALICIA

JAVIER MATEO

Un informe denuncia descoordinación en el asesinato del niño gallego, pero asegura que no se pudo evitar

23 mar 2002 . Actualizado a las 06:00 h.

El asesinato del niño gallego Diego Piñeiro a manos de un desequilibrado mental fanático del satanismo, no pudo evitarse, según un informe publicado ayer en Londres. El niño, de 12 años, murió el 7 de mayo de 2000 tras recibir treinta cuchilladas en el Covent Garden de Londres, ante la mirada atónita de numerosos transeúntes. El asesino, Edward Crowley, de 54 años, confesó el crimen y en febrero del 2001 fue condenado a cadena perpetua. El informe publicado ayer se basa en una investigación sobre la actuación de las agencias e instituciones implicadas, desde la policía hasta los servicios sociales y la asistencia psiquiátrica, y contradice la versión de la madre, María Ángeles Villar Fernández, quien en repetidas ocasiones aseguró estar «convencida de que la policía no hizo bastante para proteger a mi hijo». El documento, de 134 páginas, denuncia, sin embargo, la falta de comunicación entre las instituciones implicadas e incluye 59 recomendaciones y lecciones que se pueden extraer del caso. Meses antes del asesinato, la madre de Diego había denunciado a la policía que su hijo estaba siendo acosado por Crowley, un hombre solitario, sin trabajo ni domicilio y con graves problemas de personalidad. Tras permanecer unos meses detenido, Crowley fue puesto en libertad y la policía le prohibió acercarse al niño, al que facilitó un teléfono móvil para que advirtiera a la comisaría de su zona si volvía a encontrarse con el asesino. Diego hizo una llamada desesperada a la policía poco antes de ser asesinado, cuando estaba con un amigo en Covent Garden una cálida tarde de domingo de mayo. La madre siempre sostuvo que el crimen no ocurriría si Crowley no hubiese salido de la cárcel. Y, de hecho, fue puesto en libertad condicional, pese a la advertencia del psiquiatra que le examinó, que le consideraba peligroso. En 1972 le fue diagnosticado un desequilibrio de personalidad, pero como no era una enfermedad que se podía tratar no fue recluido en una institución psiquiátrica. El informe deja claro que en mayo del 2000 no había una legislación que permitiera apartar a Crowley de la comunidad debido a su problema de personalidad e internarle en un centro psiquiátrica. Crowley «era difícil de tratar y desagradable, pero la violencia de su acto final no pudo haber sido prevista, teniendo en cuenta su comportamiento previo», afirma el informe.