El director es autor de títulos como «Ladrón de bicicletas», una de las películas fundacionales del neorrealismo, que mostraría la cruda realidad de Italia tras la Segunda Guerra Mundial
29 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Un 7 de julio de 1901 nacía en Sora, un pequeño pueblo italiano de la región del Lacio, Vittorio De Sica. Y en noviembre de 1974, hace 50 años, el actor, guionista y director, uno de los grandes impulsores del neorrealismo, fallecía en Neuilly-sur-Seine, cerca de París.
Hijo de un trabajador de la Banca d'Italia y de una ama de casa napolitana, De Sica creció en lo que él mismo llamaba «una trágica y aristocrática pobreza». Su adolescencia estuvo marcada por la Gran Guerra y quizás por eso más tarde sería uno de los impulsores de uno de los movimientos cinematográficos más importantes del siglo XX: el neorrealismo italiano que retrató la realidad de su país tras la Segunda Guerra Mundial.
La familia de De Sica, que en 1914 vivía en Nápoles, se trasladó a Florencia con el estallido de la guerra. Allí, con solo 15 años, un joven Vittorio empezaría a crear breves espectáculos para los militares que volvían heridos del frente. Con 16, participaría por primera vez en un largometraje, de la mano del director Alfredo De Antoni, quien le incluye en el reparto de Il processo Clémenceau (El proceso Clemenceau).
No fue hasta 1930 cuando empezó a ser reconocido por sus dotes actorales, que ya había perfeccionado en espectáculos teatrales. Ese año, el director Mario Mattioli, que en ese momento dirigía la Compagnia Teatrale Za-Bum fue su pasaporte para darse a conocer. Esta experiencia también le serviría para formar un dúo cómico junto a Umberto Meinati, muy reconocido en la Italia de aquel tiempo. En 1933, fundaría su propia compañía junto a Giuditta Rissone y Sergio Tofano.
En esos años alterna el trabajo sobre las tablas con las interpretaciones ante la cámara, sobre todo en comedias del director Mario Camerini. No será hasta 1939 cuando dé el salto a detrás del objetivo, codirigiendo junto a Giuseppe Amato el filme Rose Scarlatte (Rosas escarlata).
Una nueva forma de mirar la realidad
Cinco años después, empezaría su larga colaboración con el guionista Cesare Zavattini con La porta del cielo (La puerta del cielo), lo que propició el nacimiento de un nuevo movimiento cinematográfico. Era mediados de los años 40, cuando de norte a sur, Italia hacía frente a una situación de pobreza extrema y a la necesidad de un renacimiento político y social tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.
De Sica junto a Rossellini (Roma, ciudad abierta; Paisá; Alemania, año cero) fue uno de los padres del neorrealismo. Durante los años 40 y buena parte de los 50, el cine vivía un gran momento en Estados Unidos, donde su sistema industrializado se benefició también de una Europa destruida por la guerra.
En el caso de Italia, nació de forma orgánica una nueva mirada en el cine, que pretendía de manera tan simple como complicada ser un reflejo de la realidad. Además de su clara intención de poner en el centro de la conversación las problemáticas sociales, el cine del neorrealismo llevó las cámaras al exterior. Con los estudios destruidos y la industria cinematográfica debilitada por la guerra, las calles italianas y sus gentes —este movimiento combinaba actores profesionales con amateurs— pasaron al primer plano. Las secuencias que siguen acciones cotidianas, sin mayor relevancia para la trama, son otra de las señas de este cine.
El movimiento neorrealista abordó en una primera fase los recuerdos del pasado reciente para adentrarse más adelante en temas de relevancia social. En esta segunda etapa, Ladri di biciclette (Ladrón de bicicletas) se convertiría en una de las obras maestras de De Sica —y de Zavattini en el guion— así como de la historia del cine. Este filme le daría el Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera en 1949.
Umberto D. es otra de sus películas que retrató la Italia de aquella época. Dedicado a su padre (Umberto De Sica) y de nuevo junto a Zavattini, este largometraje fue una de sus obras más personales —diría que «de todas mis películas, es la que amo más»—. Sciuscià (El limpiabotas), el primer Oscar a Película Extranjera, o Miracolo a Milano (Milagro en Milán) son otros de sus filmes imprescindibles.
Con el fin del neorrealismo, De Sica continuó grabando la realidad italiana. La Academia lo premiaría de nuevo por Ieri, oggi e domani (Ayer, hoy y mañana) en 1965, en el que contaría con Sophia Loren, una de sus actrices preferidas. Con ella haría cuatro títulos más, entre ellos Matrimonio all'italiana (Matrimonio a la italiana). En 1972 ganó otro Oscar, esta vez por Il giardino dei Finzi Contini (El jardín de los Finzi Contini). «Este premio me angustia, ya que aumenta mi responsabilidad ante la crítica y ante el público de hacerlo mejor», diría a la RAI después de hacerse con la estatuilla.
Nunca dejó de lado la interpretación, llegando a participar en más de un centenar de películas. Por eso, Luchino Visconti, director de Ossessione (Obsesión) y coetáneo, diría de él que «la versatilidad es una de sus cualidades. Su abanico expresivo es enorme».