El universo artístico de Berta Cáccamo

Marisa Sobrino Manzanares CATEDRÁTICA DE HISTORIA DEL ARTE DE LA USC

FUGAS

Una de las pinturas de la exposición «Berta Cáccamo. Correspondencia de arquivo».
Una de las pinturas de la exposición «Berta Cáccamo. Correspondencia de arquivo». -

Las obras de esta pintora gallega, que se pueden ver en la exposición del Museo de Pontevedra, reflejan una vertiente caracterizada por la experimentación intensa y el desafío

24 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

«La pintura es para mí, materia, gesto y expresión, la interpretación subjetiva de una vivencia, de un texto, o de un poema». De esta forma se expresaba Berta Cáccamo en uno de sus escritos para relatar su idea de la experiencia artística. Sirvan estas palabras de la artista para adentrarnos en la exposición que actualmente podemos ver en el Museo de Pontevedra titulada Berta Cáccamo. Correspondencias de arquivo, muestra de sus obras y trabajos de investigación, organizada por el comisario Juan de Nieves, y que nos propone un recorrido detallado a través de un conjunto de pinturas y objetos depositados en vitrinas. Nacida en Vigo (1963-2018), a pesar de su corta vida esta artista es, por su sólida trayectoria, uno de los referentes indispensables del arte gallego en el cambio de siglo.

Las obras expuestas en Pontevedra reflejan una vertiente caracterizada por la experimentación intensa, presentando una relación de pinturas que se extiende desde fechas tempranas de su formación, —en la segunda mitad de los ochenta—, hasta algunas del nuevo siglo; no obstante, la elección de lo expuesto se centra sobre todo en la primera mitad de los años noventa cuando Berta reside en París, luego en Roma y durante el transcurso de los primeros años de su regreso a Galicia. De ahí que no solo conste de pinturas de pared —de las que se excluyen los verquidos—, sino también de otra vertiente más íntima y experimental contenida en quince vitrinas que ocupan el centro de la sala. En ellas encontramos numerosos cuadernos con notas, reflexiones, dibujos, diagramas. Junto a ellos asoman pequeños y precarios objetos, composiciones sutiles y elementos eventuales o encontrados, que conforman un background imprescindible donde se expresa a sí misma.

En respuesta a las tendencias artísticas emergentes, la pintura de Cáccamo abraza la experimentación y desafía las convenciones tradicionales, explorando nuevas técnicas y materiales con una mirada exigente. La pintura parecía entrar en una crisis prolongada que tras un breve paréntesis de la furia expresionista de los ochenta, siguió latente —con una dimensión más retraída, si se quiere—, al tiempo que volvía a imponerse la abstracción, la llamada Abstracción Posformalista americana o la denominada Soporte-Superficie que tuvo una gran influencia en Europa. Frente a ella, la pintura empezó a experimentar con otras propiedades, practicando la transgresión, la heterodoxia y expandiendo los límites y las nociones que definían específicamente su categoría artística, al tiempo que las nuevas tecnologías incorporaban variadas vertientes de experimentación vinculadas en un sentido amplio a lo pictórico.

Sin embargo, paradójicamente, parecía que la pintura tampoco abandonaría nunca esa práctica ancestral de manchar con pigmentos una superficie. Y mientras en su devenir la pintura moderna ha estado vinculada al avance de su autonomía, y aunque esta fuera minusvalorada por los nuevos comportamientos artísticos, algunos autores proponían la revitalización de su condición específica, que con nuevas variantes y posibilidades ampliaron y al tiempo diluyeron los procesos pictóricos. Artistas que, como Berta Cáccamo, subrayan la conciencia del proceso y enfatizan su rango de pintura de carácter libre, resultado de la expresión del trazo o de la mancha y sobre todo del acto de pintar.

Como ella misma afirmaba al referirse a su formación en Barcelona «fui encontrando el modo en que quería ser pintora. Pero ¿cómo encontrar un modo de expresar estados emocionales o ideas concretas que deben restringirse a esta especie de lenguaje, a la pintura o al dibujo. Y sobre todo, cómo otorgarles un orden estético».

Sobre lienzo o papel, se extiende el movimiento libre de la mano y forma grandes manchas o salpicaduras, derribas de materia, huellas de pinceles y brochas, movimientos sinuosos, hechos de un solo trazo, a los que denomina Percorridos u Horas felices, que se disuelven gradualmente revelando tensiones físicas y emocionales que van agotando la intensidad de la materia. Seriaciones de movimientos verticales, linealidades que se repiten casi uniformes en grandes formatos, manchas, lenguas de color o una especie de zepelines monocromos que parecen invadir la tela y se identifican con la trama del lienzo que les sirve de soporte; y que, al mismo tiempo, logran la desmaterialización de este en una serie de velos ópticos que se expanden en el plano pictórico.

Las variaciones revelan tensiones físicas, fluctuaciones de su propio cuerpo en movimiento, topologías personales e íntimas a la vez que un distanciamiento por parte de la artista que involucra al espectador en sus disquisiciones formales, en ese movimiento de la mano y hasta de su cuerpo que supone el proceso de ser pintadas. Todo ello hecho muy sobriamente, en una pintura contenida, sin adornos ni digresión alguna.

La exposición en el Museo de Pontevedra muestra la obra de Berta Cáccamo, donde cada trazo refleja una intransigencia frente a las convenciones artísticas y una búsqueda constante aunque contenida, de expresión emocional. Sus obras son paisajes emocionales que invitan al espectador a explorar la obstinación creativa y la libertad en el arte.