Nadie llevará mi nombre

Mercedes Corbillón

FUGAS

Agustín Fernández Mallo
Agustín Fernández Mallo PACO RODRÍGUEZ

24 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos, y no son pocos, los que escriben a partir de la muerte del padre, están de un modo u otro ahí, personados en su texto, pero la posición que escogen en ese cuarto oscuro que pretenden ir iluminando con la literatura es diferente. Diferente la forma de encadenar las palabras, diferente la mirada, diferentes los manantiales o los cubos de basura en los que revuelven intentando encontrar el combustible que encienda la llama. Nunca se sabe dónde puede estar.

Enfrentarse a la desaparición de un progenitor provoca tal desasosiego y tal incerteza que la necesidad de metáforas se multiplica y en esa sublimación de lo simbólico que ha de sustituir a una realidad completamente nueva, se reconstruye la figura ausente y nace un nuevo ser que es el hijo sin padre.

En el libro de Agustín Fernández Mallo no se tocan las teclas del duelo, porque no es el dolor el motor de Madre de corazón atómico, aunque hay amor en la familia, que es normal, funcional, una familia como cualquier otra. Es más bien el estupor y quizás el miedo a ese agujero que se abre en existencia y que se llama muerte, una palabra que no significa nada porque por mucho que la pronunciemos no somos capaces de comprenderla. Muerte es una palabra que podemos llenar como queramos. La muerte no existe, dice mi amiga María.

1ritu se acerca al texto de Agustín, con la misma inquietud que su padre, ya demenciado, le dijo una madrugada en el pasillo de su casa: «Ya nadie llevará mi nombre».

Cuando hace su aparición en una familia, la muerte es como un cuerpo cuya presencia lo ocupa todo y, a ese cuerpo, Agustín lo mira como hacía su padre con los animales o con el mundo que lo rodeaba, sin magia ni fantasía. La realidad es bastante interesante tal como es, pero el arte es necesario como representación y la filosofía como abstracción y la ciencia como conocimiento o como búsqueda de conocimiento porque también hay belleza en las preguntas sin responder. Y la mezcla de todo es la poesía, que está ahí a pesar de que no hay lirismo, como está la profunda emoción a pesar de que no hay sentimentalismo.

Un libro bellísimo.