Jesús Terrés: «No, si uno está mal no hay que tirar para adelante»

FUGAS

El escritor Jesús Terrés.
El escritor Jesús Terrés.

El autor aparca la crónica del buen vivir y se estrena en la novela. «Spoiler»: lo bello puede ser bonito o feo, pero siempre es cierto

19 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Tragar y tragar. No mirar, o mirar hacia otro lado. Pasar de puntillas, porque pasar, pasará; todo pasa —dicen—. Pedalear en la rueda. Dejarse llevar sin querer —sin poder— tomar las riendas. «Uno se imagina que cuando la vida se desmorona todo se cae después de un gran bum, pero qué va». A este estado, en el que no pocos se reconocerán, nos traslada en su primera novela Jesús Terrés (Valencia, 1977), que nos tenía acostumbrados a todo lo contrario: tremendas columnas las suyas subrayando una vez y otra vez que no vale con sobrevivir, que aquí hemos venido a jugar. Tras haber recopilado en plena pandemia todos esos toques de atención en Nada importa (Círculo de Tiza), publica ahora Buscaba la belleza (Destino). Esta vez ha mirado hacia dentro. Más aún: le ha plantado cara a su propia herida.

­—De la muerte del padre a la muerte de un hijo no nacido.

—Más allá de esos dos acontecimientos personales separados por 20 años, esta es una novela que cuenta un viaje de conocimiento. Con esa primera muerte, el protagonista decide no mirar, no pasar el duelo, hacer como que nada ha sucedido, que es una cosa comprensible y humana, pero que acarrea sus consecuencias emocionales. Y este es el aprendizaje hacia la certeza de que la vida es tanto la alegría y el entusiasmo como la pena y el dolor, el sufrimiento, la herida, y de que si cercenas de la vida la parte dolorosa también estás prescindiendo de la parte bonita sin darte cuenta.

—¿Hay belleza en lo feo, en la pena, en la oscuridad?

—Pues hay belleza en la verdad; en la mentira no puede haberla. En la vida las cosas envejecen y se rompen porque son verdad, y no pasa nada, no por ello dejan de ser bellas. Hablando un día con mi hermana le pedí que me dijese un momento que le pareciese bello, y me preguntó: «¿Bonito o bello?». Eso ya me pareció una buena respuesta, pero le dije: «Bello». Y ella, que trabaja en un hospital, me dijo: «Un parto». Y en un parto hay gritos de dolor, es extenuante, hay lágrimas y sangre, a veces hay vísceras; es un momento feo, con dolor y sufrimiento, pero es belleza pura. Es algo vivo. Por eso me da tanta rabia este pretender no envejecer, tan de ahora. Se niega la vida, porque lo vivo enferma y lo vivo se rompe y se muere, que es un poco lo que hace el personaje del libro, negar la vida. Se entrega a una belleza completamente vacua: noches de sexo, viajes… Solo a la parte superficial.

—¿Ha encontrado belleza escribiendo este libro?

—He encontrado mucho dolor y, por tanto, belleza, porque he abierto muchos cajones.

—¿Le ha ayudado abrir esos cajones? ¿Qué le ha dado esta escritura?

—Me ha dado paz. Me siento ligero, me siento en calma, tranquilo, está todo bien. Me ha servido también un poco para perdonarme a mí mismo, aunque ya lo había hecho, pero me ha servido para perdonarme más aún. Había ciertas cosas con las que no estaba tranquilo y siempre que muestras, verbalizas o enseñas un conflicto ya hay un poquito de luz y sanación sobre él. Cerrado bajo llave es posible que aparezca el moho o el óxido.

—¿Cree que puede haber gente que esté en ese «acantilado» del que habla en el libro —aislados, al borde del abismo, en modo automático— y que no sea consciente de ello?

—Desde luego. Muchísima. Y no hay nada peor que no saber, porque yo he estado ahí, sé lo que es estar mal y no saber por qué. Es una sensación de ansiedad y dolor, intuyes que algo está mal, pero no sabes verbalizarlo ni sabes por qué te sientes así. Y desde fuera todo el mundo te ve bien, tienes trabajo y tienes salud, pero tú sabes que algo no está bien, que hay pensamientos que estás teniendo que no son sanos, que hay ansiedades o tristezas que aparecen sin venir a cuento. Y lo normal es tirar para adelante. Y no, si algo está mal no hay que tirar, hay que pararse. Hay que pararse y pensar qué pasa.

—Si pudiese volver atrás, ¿qué le diría a su padre?

—Más que decirle algo, me gustaría pasar un rato con él, estar con él, comer con él. Compartir un buen rato con él. Obviamente, le diría que le quiero, pero sobre todo me gustaría compartir tiempo con él. Y le diría que esté tranquilo, que su hijo es una buena persona. Me emociono.

—Dice que le diría que le quiere, pero creo que a su madre no suele decírselo, que le cuesta mucho.

—Me cuesta muchísimo, pero se lo digo, sobre todo por teléfono, tengo mis formas, pero me cuesta. Este libro también se lo he dedicado a ella.