«Blonde»: ¿homenaje o abuso?

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2022 © Netflix

El debate que no cesa. Si Marilyn Monroe levantase la cabeza, ¿qué pensaría de la polémica «Blonde», la película que se centra en su descenso a los infiernos?

14 oct 2022 . Actualizado a las 18:51 h.

Blonde es un artefacto brillante. Tres horas de experimento visual con constantes cambios de ratio, color, textura. Su director, Andrew Dominik, asegura que no le importa la realidad, sino la imagen. Que la película no es una narración, sino una experiencia visual. A partir de fotografías y fotogramas de Marilyn Monroe mil veces reproducidos, el director quiere dotar a cada una de esas imágenes de un nuevo significado. Así concibe esta enésima revisión del mito de Marilyn Monroe, basada en la monumental novela de Joyce Carol Oates que ambos recuerdan una y otra vez que es ficción. Quien espere un biopic al uso debería buscar otra cosa. Ana de Armas se convierte en Marilyn física y psicológicamente, en una transformación espectacular. Pero es la Marilyn que Dominik concibe, no la real. Lo ha dejado muy claro desde que comenzó la promoción de la película: él quería hablar de cómo los traumas de la infancia afectan a nuestra percepción del mundo como adultos. Sobre los otros aspectos de su vida, «no es sobre lo que va la película. Es sobre una persona que se va a matar». Fuera de campo quedan las habilidades como actriz de Monroe, sus esfuerzos para ser tomada en serio, sus intentos para tomar el control de su carrera. La Marilyn de Dominik (y la de Oates) es solo «otra chica pasiva cuya dependencia emocional la convierte en un imán para la destrucción». La cita es de la demoledora crítica que Michiko Kakutani escribió sobre la novela en The New York Times. Y que dos décadas después replicaba con la misma dureza Manohla Dargis, que no dudaba en sentenciar que esta película es «el último entretenimiento necrófilo hecho para explotarla». Añade que «Dominik está tan interesado en la vagina de Marilyn Monroe que no puede ver el resto de ella».

Andrew Dominik repite desde hace semanas que si la película no le gusta al público, es su problema. ¿Acaso no tiene ninguna responsabilidad el director en lo que como espectadores sentimos al ver su película? En una entrevista en The Ring, afirmaba que Blonde «es tanto sobre el espectador como sobre el sujeto». Y que nunca había hecho una película «que dijera tanto sobre una persona a partir de su reacción». Él quiere sacudir al espectador y escoge cómo hacerlo. Y cada una de las decisiones que toma a la hora de exhibir al personaje, desmontarlo, presentarlo en pedacitos, se sitúa en el finísimo hilo que separa la explotación de la denuncia de esta.

LA EXPLOTACIÓN

Si a Marilyn la trataron como un trozo de carne, ¿hay aquí un acercamiento más humano? ¿Qué quiere denunciar con un plano de unos fórceps desde el interior del cuello del útero de Marilyn? Con decisiones como esta, Dominik limita el debate a una vagina. Y desaparece el fondo del asunto, como siempre que todo se reduce al aparato reproductor femenino.

«Sorprende que en una era post MeToo, la exposición en crudo de la depredación sexual en Hollywood se haya interpretado como explotación», denunciaba la autora de la novela. Como si los abusos solo pudiesen mostrarse de forma explícita para que la denuncia sea efectiva. Obviando, por ejemplo, la magnífica La asistente, dirigida por Kitty Green, que en solo 87 minutos narra todo el horror de los abusos de los jefes de los estudios sin mostrar nada. Pero la sutileza no es una de las virtudes de Blonde. ¿Cataratas en pleno trío con los hijos de Chaplin y Edward G. Robinson? ¿Misiles en una felación al presidente Kennedy?

La cuestión del aborto

Resulta mucho más peligroso, por irresponsable, el límite que traspasa Dominik en su tratamiento de los abortos que sufrió Marilyn. Escribía José Luis Losa en páginas de este periódico que «las imágenes del feto que (literalmente) habla con la actriz para reprocharle la interrupción del embarazo es —mucho más grave que un soberbio ridículo— una inconsciencia o algo peor, mucho más si pensamos en la situación que vive la legislación en Estados Unidos». La cuestión es tan evidente que Planned Parenthood considera que la película contribuye a la propaganda antiabortista: «Respetamos las licencias artísticas, pero las falsas imágenes solo sirven para reforzar la desinformación y perpetuar el estigma», denuncian. De nuevo, Dominik echa balones fuera: afirma que «a nadie le habría importado una mierda en el 2008 y probablemente a nadie le importará dentro de cuatro años». Han pasado casi cincuenta desde que Pauline Kael criticaba, al hablar de la biografía escrita por Norman Mailer, la astucia de los que explotaban su desintegración convirtiéndola en un icono pop. «Desearía que la dejaran morir», sentenciaba. Los años pasan, pero Marilyn sigue sin descansar en paz.