Un hogar en el paraíso

Mercedes Corbillón FUGAS

FUGAS

Sito Olveira Dios

27 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde aquí arriba, C. asoma tranquilo, pero parece que los bares del puerto ya están todos abiertos. El verano se ha adelantado, aunque este bochorno y esta calma recalcitrante hacen presagiar una tormenta. El mar está tan quieto que parece un espejo. Tiene el mismo color que aquellos azogues gastados en las puertas de los armarios de las abuelas. En todas las alcobas había uno devolviendo imágenes gastadas. En la casita que hay frente a mi edificio probablemente aún quede alguno guardando los secretos de gentes que ya no están. Tiene un tejado a dos aguas y un cartel de «Se vende». Es tan diminuta que parece salida de un cuento de los hermanos Grimm. A los Hansel y Gretel de aquí seguramente se los comió la bruja de la emigración. En los treinta en el pueblo vivían más de tres mil personas. Ahora apenas seiscientas. Y los veraneantes, que flotamos sobre la vida verdadera.

Algunos compran esas viviendas con todos sus fantasmas y las restauran respetando la arquitectura marinera. Hemos aprendido que el lujo es seguir el hilo de lo que fuimos y no borrar las huellas de nuestra naturaleza. Otras casas quedaron varadas en el tiempo, detenidas en el instante en que su último morador cerró la puerta.

Podemos habitar muchas casas pero solo una es la nuestra y de esa no nos vamos nunca del todo. Imagino a sus dueños pasando sus días en un país lejanísimo con la llave colgada al cuello como los palestinos expulsados de Jerusalén.

La mayoría están convertidas en casas árbol y en primavera sus muros florecen de hinojos o de mirabeles; otras, comidas por la arena, parecen barcos derrelictos.

Quizás haya por ahí alguna persona que no sabe que sus antepasados han dejado perdido un hogar en el paraíso.