Cuando la devoción de un fan coquetea con la enfermedad

FUGAS

David Bowie en el 2004 en Newport
David Bowie en el 2004 en Newport Jo Hale

El libro «Starlust, las fantasías secretas de los fans» se mete en los secretos íntimos de los seguidores más extremos de la cultura pop

21 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Todos los seguidores de la cultura pop tienen algo de fan. Por ello la lectura de Starlust, las fantasías secretas de los fans les resultará en principio entrañable. Pero pronto les empezará a incomodar. En este aplaudido ensayo de Fred Vermorel, que ahora traduce el español Contra, el autor se mete en las obsesiones más secretas de esas personas cuya devoción por un artista se convierte en una obsesión malsana, que a veces entra de lleno en lo enfermizo. Centrado en seguidores extremos figuras de los años setenta y ochenta como Led Zeppelin, The Jam, David Bowie, Marc Bolan, Boy George, The Police, Barry Manilow o Nick Heyward, el libro muestra los efectos que estos astros causaban en determinados hombres y mujeres.

Dice Greil Marcus en las notas promocionales que, leyéndolo, se siente en algún momento la sensación de ahogamiento, de tener que parar a tomar aire. Puede ocurrir con esa fan de Michael Jackson que, mirando a los pósteres de su habitación, se deprime sin ápice de ironía cuando es consciente de que el artista no sabe ni que existe. Quizá llegue el momento con esa ama de casa que describe el sexo que practica con su marido pensando que es Barry Manilow (con el consentimiento de él) y hablando de sus intentos de suicidio. O, a lo mejor, el rechazo llega tras leer a esa fan que escribe diariamente cartas a Nick Heyward sin respuesta.

Durante cuatro años, el autor ha ido recopilando testimonios de fans. Historias de personajes solitarios, generalmente tristes y con una sexualidad reprimida en fantasías imposibles, que ven en sus astros un ideal inalcanzable. Muchos de esos adoradores lo son de David Bowie y cuentan cosas que resultan increíbles, como el último concierto como Ziggy Stardust en Londres. En él, tal y como relatan dos mujeres, parte del público se masturbaba o practicaba sexo con otros mientras él tocaba y las drogas hacían el resto. Todo para que el final con su instinto camaleónico los dejase atrás convirtiéndose en otro personaje y dejando a esos seguidores desamparados. «Creo que se ha desentendido totalmente de lo que le hizo a sus fans», dice uno de los testimonios.