Lore Segal, una mena austríaca en 1938

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La escritora huyó con diez años de una Austria anexionada por Hitler y pasó por un campo de internamiento antes de peregrinar por diversas familias de acogida, a lo que alude su novela «En casas ajenas»

07 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Recientemente, alguien señaló con acierto que un menor no acompañado es un niño que sale de casa solo de camino a una actividad extraescolar o para hacer deporte, por ejemplo. La palabra resultante de la expresión, mena, cosifica a la vez que oculta: designa a niños extranjeros separados de sus familias; niños, por lo general, que han pasado por experiencias que no se suelen asociar a la infancia.

Hoy también habríamos recurrido al término para hablar de Lore Segal, esa niña judía de 10 años que huyó en 1938 de una Austria anexionada por Hitler en un Kindertransport con destino a Inglaterra. Una operación que le permitió salvar la vida y, una vez instalada en Estados Unidos, convertirse en una laureada escritora. ¿Cuántos de los niños que ahora se encuentran en centros de internamiento escribirán su peripecia cuando alguien quiera escucharla?

Segal también pasó por un campo de internamiento a su llegada a Inglaterra, antes de peregrinar por diversas familias de acogida, circunstancia a la que alude el título de su novela En casas ajenas. Antes ha explicado el vértigo -por el desasosiego y la velocidad a la que ocurrió- del proceso de marginación y maltrato de la comunidad judía por los nazis y quienes eran sus propios vecinos: de la pintada insultante a los cristales rotos en cuestión de días. Segal pudo escapar de ese destino ominoso en un tren que tampoco ofrecía una seguridad total de éxito, incluso aunque consiguiese sacarlos del país: los que se quedaron en Holanda solo ganarían dos años antes de una nueva llegada de los nazis.

La escritora echa la vista atrás para narrar ese período desde el punto de vista de la niña que fue. Segal consigue, con un estilo preciso y a la vez cautivador, perfectamente captado por la traducción de Eva Cosculluela, describir esa doble realidad, el contexto incierto que rodea a toda la expedición y las sensaciones de una chiquilla preocupada por el hedor de la salchicha podrida que le envolvió su madre para el viaje o que se emociona al subir por primera vez a un autobús de dos pisos. En 1939, Segal consiguió sacar a sus padres de Austria gracias a una carta que envió a las autoridades: «La mala literatura hace que las cosas sucedan», escribe en el prólogo de En casas ajenas. Aquella fue buena literatura, igual que este libro.