Emociones y aterciopelado salitre

TEXTO: CARLOS CRESPO

FUGAS

cedida

En su primer disco largo la banda liderada por Álex González se mece, como en un eterno atardecer primaveral, en las vertientes más elegantes del pop y del nuevo rock americano. Es la música que echábamos de menos en Galicia

13 abr 2018 . Actualizado a las 05:10 h.

Han mantenido las últimas generaciones de músicos gallegos una animadversión al pop difícil de justificar y, mucho menos, de entender. Y no deja de resultar curioso. Porque los pocos artistas que hemos sido capaces de exportar -amén del folk-, llámense Iván Ferreiro, Xoel, Andrés Suárez o Eladio y sus Seres Queridos, lo hicieron gracias a su acercamiento, más o menos evidente, más o menos purista, a la música popular.

De ahí que me congratule y me reconforte la publicación del primer largo del grupo coruñés que lidera Alexandro González (Pardo, Espiño), que viene a reafirmpar y consolidar lo ya apuntado en sus epés de presentación, Catorce grados (2012) y Los días que quedan son nuestros (2014).

Ensayo y error se abre con un golpe directo al estómago. Elemento nuclear tiene todo lo que le puede pedir a un hit: una pegadiza melodía, unas afiladas guitarras muy en el estándar indie y una poderosísima base rítmica. Inapelable. Tanto que resulta difícil remontar el disco. Hasta que llega Puertas giratorias, otro delicioso tema de incontestables hechuras pop, de esas que hasta ahora en Galicia solo Magín Blanco había sido capaz de articular. Por cierto, que no son pocas las evocaciones que a él y La Rosa me han surgido escuchando este disco.

Ensayo y error transita entre laberintos emocionales que tienen mucho de autobiográfico a través de una sucesión de tiempos medios, en los que se hacen evidentes las reminiscencias del nuevo rock americano, ese que podrían representar Wilco o Eels, y de canciones de pulso más intenso que evocan a ese elegante pop de salón, en el que podríamos situar influencias como The Divine Comedy. Salpimentado todo ello por momentos como La ventana, un tema plácido en el disco que en directo se convierte arrebatador.

Porque esa es otra constante de Los Árboles, la intensidad de sus conciertos, con un in crescendo permanente propiciado por cinco grandes músicos en escena.

El disco ha sido el primero que se ha grabado en los nuevos estudios de El Náutico de O Grove. Y, reconoce Alexandro, «parte de ese incomparable lugar ha quedado en él reflejado». Cierto es. Hay en Ensayo y error ese tono crepuscular del atardecer y ese sosiego. Pero hay también la intensidad del mar que bate contra la roca. Y el viento, que por momentos lo acaricia y en otro lo sacude. El resultado son diez canciones que ya no podremos echar de menos en la música que se hace en Galicia. Ellos han cubierto ese vacío.