Robe Iniesta: «No tengo muy claro qué es rock y qué no lo es»

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Nuestro hombre (Plasencia, 1962) aparca Extremoduro para irse de auditorios con el segundo disco de su proyecto en solitario, «Destrozares. Canciones para el final de los tiempos», en el que se ha sentido a gusto. «No había gente esperando nada concreto de mí», asegura

27 may 2017 . Actualizado a las 14:32 h.

Antes de nada, las presentaciones.

-Oye, ¿cómo se pronuncia tu nombre?

-¿Serxio? Pues algo así como Serssshhio, con mucha sh.

-Ah, vale, es que tengo un amigo que se llama Txotx. Eso sí que es difícil de pronunciar.

-Hablando de palabras difíciles, el título de este segundo disco, «Destrozares», es un sustantivo que no merece la pena comprender, sino sentir. Eso dice el libreto. ¿Es necesario destrozar para construir?

-No, hombre, no siempre hay que destrozar para construir. A veces valen los pequeños cambios. No siempre hay que hacer una revolución.

-Robe en solitario supone, sin embargo, un cambio importante con respecto a Extremoduro.

-Sí, necesitaba ese cambio. Probar cosas nuevas, experimentar. No solo con la música, también con otros instrumentos y otra forma de hacer canciones y de presentárselas al público. Hay que sorprenderse a uno mismo para poder sorprender a los demás.

-Los dos discos han salido con relativamente poco tiempo de diferencia entre uno y otro. ¿Son canciones que rondaban ya por ahí?

-Las canciones del primer disco, Lo que aletea en nuestras cabezas, sí andaban por ahí. Canciones que había dejado a medias. Algunas, quizás, porque no entraban en Extremoduro. Otras, porque no era el momento. En Destrozares, en cambio, todas han sido compuestas después y en el mismo período.

-Y de ahí surge algo nuevo, con una lírica descarnada y potente, pero al mismo tiempo delicada. ¿Tal vez más libre, también?

-Para mí sí es nuevo. No ha sido nada buscado. Cuando se me ocurrió la idea del primer disco no tenía intención de hacerlo en directo. Ahí tenía libertad. Tampoco fueron buscados los instrumentos. Solo conocía al batería, Alber. Él me habló de David Lerman, que toca el bajo, el clarinete y el saxo. Carlitos, que toca el violín. Surgió un acordeón. Lo único que sí buscamos, teniendo esa mezcla extraña pero buena, fue el piano. En el primer disco fue todo experimental. Nos dimos cuenta de que los juegos con el violín y el clarinete eran muy chulos, que se podían sacar cosas muy bonitas, muy frescas. Imagínate, el violín, que puede tener mucha fuerza en unos sitios y en otros mucha calma. En el segundo no dejamos de experimentar, pero ya sabíamos por dónde pisábamos.

-A mí me parece estar asistiendo al parto de un estilo propio, en el que el flamenco o un tango entran con total naturalidad en un esquema de rock.

-Ya te digo que el primer disco lo hicimos únicamente para grabarlo y eso te permite trabajar sin moldes. Por eso también han salido cosas de flamenco naturalmente. En ese parto solo les he dado a las canciones lo que pedían, sin intentar incluirlas en ningún estilo ni llevármelas al rock. Los músicos somos los dueños de los estilos, así que podemos hacer lo que queramos.

-¿Y dónde hay más de Robe? ¿En Extremoduro o aquí?

-Hombre, yo soy el mismo. La transgresión es la misma. El rock puede que no sea el mismo, pero es que ya no tengo muy claro qué es rock y qué no lo es. No sé si lo que hago ahora es rock. ¿Qué cambia en mí? No lo sé. Quizás que me he permitido darme libertad, porque no había gente esperando nada concreto.

-Las letras, desde luego, llegan a ser contundentes. Un meteorito, una guerra nuclear que haga que todo comience de nuevo. ¿No hay nada que nos pueda salvar?

-No sé si habrá algo que nos salve. Lo que he querido es sacar el cabreo, dejarme libre. Por eso digo que aquí están mis carencias y mis errores, mi mala leche. También esos momentos de pesimismo. Pero no es que crea que lo mejor sería una guerra nuclear, ¿eh? Son esos cabreos que te entran cuando ves lo que está pasando alrededor.

-A todo esto, nunca has renegado del éxito.

-Hasta cierto sentido. En esa profesión necesitas un cierto nivel de éxito para vivir de ello. Éxito significa dinero y muchas cosas se traducen en ello. Si quieres una buena grabación, buenos técnicos, buenas producciones, sonar bien... Todo eso es dinero, y para tenerlo hace falta un cierto éxito, no hay otra manera. Ni reniego ni no reniego. Lo que pasa es que el éxito y la fama están muy confundidos. Hoy en día es difícil apartar tu vida de tu trabajo. Yo soy un músico, no un famoso, y necesito mi vida normal. Será que vivimos en unos tiempos muy cotillas...

-Y no falta quien se aproveche. Ahí está esa web de reventas sobre la que habéis alertado. O la multinacional que vendía vuestro disco más caro.

-Viagogo no solo se dedica a la reventa, también a vender entradas, pero a un precio superior. Se posicionan los primeros en Internet, la gente los ve, van de página oficial y no lo son, y si picas, pagas el doble. Una chavalita nos ha escrito. Ha conseguido que le devuelvan el dinero. No sé cómo lo hizo, pero lo pondremos en la página. Las grandes superficies no respetan a nadie. Fíjate si no dan una que además del precio llegaron a anunciar un DVD que no existe y le llamaban al disco Destrozadores.

-Os hicieron caso y bajaron el precio.

-Aún no entiendo cómo, pero sí.

-El asunto es que en A Coruña vais a tocar en la sede de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Y en Vigo, en un señor auditorio. ¿No es raro ver al personal sentado en lugar de botando?

-Llevamos tres y está siendo diferente y bonito. La gente no sabía qué hacer. Pero, no creas, en el último cantaban mucho y hubo fiestecilla, así que...