Joaquín Sorolla, también gran pintor de paisajes interiores

Mercedes Rozas

FUGAS

fundacion barrie

Más de sesenta obras, todas ellas pertenecientes a la colección Sorolla y la Fundación Sorolla, coinciden en esta exposición del artista que conmemora el 50 aniversario de la Fundación Barrié.

05 nov 2016 . Actualizado a las 11:42 h.

Es frecuente construir la imagen de un artista a través de la información parcial que insiste en una determinada mirada. Durante años, las estampas pintadas por Sorolla, concretamente las de niños jugando en la playa y mujeres endomingadas con pamelas y sombrillas, fueron sus cuadros más célebres.

No se puede negar que Sorolla es un autor preciosista, que gusta del luminismo mediterráneo, de los blancos y azules más radiantes, del ambiente de la belle époque a orillas del mar?, pero es asimismo el artista de la austeridad castellana, del verde del País Vasco o la arquitectura popular de Andalucía, de paisajes captados tierra adentro, utilizando los mismos blancos para su representación, aunque aplacados ahora por los amarillos, tierras y grises. El pintor deja en estas creaciones la atracción del mar para quedarse fascinado por los montes y valles del interior, por elementos de una naturaleza próxima de la que extrae los detalles más atractivos, como los primeros brotes de un parral o el tono amable de unas flores en primavera. Esta es la faceta que a partir del 4 de noviembre nos dará a conocer la exposición de la Fundación Barrié, comisariada por la especialista en el tema, Carmen Pena.

Se muestra así el cruce de caminos en el que Sorolla desarrolla su pintura, con paisajes captados al aire libre, entre la periferia y el centro, conceptos que rivalizaron históricamente en la atmósfera pesimista y cambiante de finales del siglo XIX, cuando nada, ni siquiera el arte, fue ajeno al decaimiento político, económico y filosófico de la crisis del 98. Es el momento de abandonar las grandilocuencias de la pintura historicista y poner los pies en la realidad del terruño, en la sobriedad y ascetismo castellanos, en los monumentos abandonados del patrimonio nacional, es el momento de rescatar valores tradicionales reivindicados con vehemencia por regionalistas y nacionalistas.

Para el valenciano supone la oportunidad de afianzar en sus cuadros la realidad de lo próximo, del mundo familiar que le rodea, registrando con detalle las inflexiones que la luz produce no solo sobre la naturaleza, también sobre las personas y objetos, encuentros formales, cromáticamente muy vitalistas, que determinan la singularidad de su producción artística.

Sus obras, se dice, «no narran, simplemente describen». Al pintor le coge de lleno el ocaso de la subjetividad romántica y la llegada de un estilo realista, melancólico y sentimentalista, que Sorolla fija en los paisajes de distintas regiones que pinta para la Hispanic Society of América de Nueva York y en lienzos de formato más pequeño que vende sin problemas. Porque Sorolla es un autor reconocido en vida y un autor clave de la etapa de transición finisecular, con personalidad propia, que mantuvo hasta el final de su trayectoria cualidades estéticas que se materializaron en su dominio del color, los efectos de la luz y la disolución de las formas al sintetizar los perfiles.

SOROLLA, TIERRA ADENTRO • Del 4 de noviembre al 26 de febrero en la Fundación Barrié de A Coruña