Tras el terremoto de este fin de semana, que en realidad resultó ser una réplica de lo negado pero ocurrido hace un mes, estalla el caso Olmos, que cambia el banquillo del Río Breogán por el de Burgos, y le roba protagonismo a la que debería de haber sido la única noticia baloncestística, el fallecimiento de Ricardo Hevia.
El régimen laboral de los entrenadores profesionales tiene muchas lagunas. De hecho, la ACB no reconoce la existencia de un convenio colectivo aplicable; en gran parte porque las asociaciones y sindicatos de entrenadores no han sido capaces de ponerse de acuerdo entre ellos y constituir así una mesa negociadora con la ACB. Tampoco parece que les sea totalmente aplicable lo dispuesto en el Real Decreto 1006/1985 de 26 de junio, porque no son deportistas profesionales. Así pues, ante la ausencia de una regulación marco, las cláusulas del contrato firmado entre el club y el entrenador lo son todo. Y aquí surge otro problema: la capacidad real de negociación que pueda tener un club recién ascendido a una liga importante, frente a una agencia de representación internacional, también muy importante. La cara amable de esta situación la hemos vivido hasta ahora, con la presencia de fichajes de otro modo inalcanzables, pero el revés es la mercantilización de las partes, incluido el propio club. Todo obedece a intereses económicos, a corto o a medio plazo, y todo contrato puede romperse unilateralmente abonando una indemnización. Los contratos con cláusula de salida simplemente cuantifican esa futura indemnización. En otro caso, siempre están los tribunales para resolver cuánto procede pagar.
Olmos mira por sus intereses y decide conforme a sus prioridades. Toda decisión implica valorar pros y contras y arriesgarse. El tiempo dirá si Burgos salva la temporada y si Olmos se revaloriza y gana credibilidad y prestigio en su mercado o, más bien, todo lo contrario, y si nuestros jugadores superan el desconcertante golpe moral que supone que el capitán abandone el barco cuando todo iba más que bien. Atrás quedarán los agradecimientos, las promesas de amor y las noches de bohemia y de ilusión minando, quien sabe, alguna criptomoneda en algún servidor de internet. Pero todos nos hemos sentido despechados en alguna ocasión. No caigamos en excesos que nos quitarían la razón. Reconozcamos aún más, por el contrario, a aquellos profesionales que están a gusto donde están y que han valorado algo más que el pan para hoy; jugadores cuyo precio no se mide solo en dinero.
Focus on Joventut.
Julio González fue presidente del CB Breogán entre el 2011 y el 2013