Un país de chirigota

Alicia Fernández LA SEMANA DE...

FIRMAS

11 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Una chica de O Carballiño ha sido multada porque su novio, fogoso que es el retoño, le ha propinado un beso en la mejilla mientras conducía. La escena, que se repite en miles de ocasiones a lo largo y ancho de este manicomio en que se ha convertido España, no tendría mayores consecuencias si no la presenciaran unos agentes de la DGT. No se sabe si por exceso de celo o de celos, los agentes le endilgaron ochenta euros porque la conductora «mantenía relaciones cariñosas con el acompañante» lo que, según ellos, provocaba que la mujer fuese al volante «sin mantener la propia libertad de movimientos». Esta radical interpretación de las normas, cogida con pinzas al igual que lo del giro de más de cuarenta y cinco grados de la cabeza, beber un trago de agua, comer una piruleta, coger alguna cosa con la mano, llevar chanclas o tacón demasiado largo (me gustaría ver el razonamiento del ínclito agente) nos sitúa en un país donde nos multan por estupideces mientras se mueren más ciudadanos a causa de los recortes en sanidad. Véase si no las consecuencias directas o indirectas del colapso de los centros hospitalarios, de los servicios de urgencias, las listas de espera de casos graves, la imposibilidad de acceso a las medicaciones para personas sin recursos o la negativa por cuestiones económicas a aplicar remedios contrastados contra enfermedades letales (sin ir más lejos ayer se tuvieron que manifestar enfermos de hepatitis C).

El tema da para reírse, o liarse la manta y tirarse al monte, porque en el primer caso dicen que nos multan por nuestro bien, para que no nos matemos; mientras, en el segundo, nos dejan morir por el bien del austericidio de la señora Merkel. A mayores, por el ansia recaudatoria del Estado, para pagar a tanto mangante y enchufado, han convertido el conducir en la actividad más normativizada y controlada de las que existen. Incluso por encima de profesiones con muchísimo mayor riesgo potencial ¿En qué otra se le dice a alguien si puede comer, beber, rascarse, girarse, besar o cómo vestir y calzarse? Lo del agente de la Policía Local de A Coruña, que le sacó cuatro puntos del carné de conducir a una persona que corría, dada la incompetencia e ignorancia que supone, ni lo comento.

Ese paternal afán de protegernos se acaba justo con la posibilidad de recaudar. Esta semana hemos conocido que en Galicia pagamos hasta quince y dieciséis céntimos más caro el gasoil que en el resto de España, ¡a pesar de tener una refinería en A Coruña! Eso a nuestros gestores públicos, a los políticos de los principales partidos, no les molesta porque están haciendo méritos para una jubilación de oro en el consejo de administración de alguna petrolera (de las pocas que hay ¡ríase usted de la liberalización del sector energético!). Empresas que pactan con descaro los precios y ganan miles de millones pero a las que hay que indemnizar a cuenta de los ciudadanos cuando les falla algún proyecto (1.350 millones le acaba de aprobar este Gobierno a ACS por el fallido almacenamiento subterráneo de gas).

Una curiosidad: esta semana el gasoil estaba cinco céntimos más caro en Boiro que en Ribeira. ¿Viene en barco o por carretera?