«Marcial fue un gran político»

xosé manuel cambeiro SANTIAGO / LA VOZ

FIRMAS

Alexxander

Trabajó durante 44 años al lado de un presidente y de varios alcaldes y ediles

18 nov 2013 . Actualizado a las 23:36 h.

Cuarenta y cuatro años de servicio. A Pilar, una institución en Raxoi, le llegó la hora de jubilarse y el júbilo se apoderó de ella. Por sus manos pasaron papeles de Marcial Castro, Xerardo Estévez o Fernández Albor y desarrolló un trajín que inició con 19 años. Su bisabuelo Olimpio Pérez fundó un banco que dirigió luego su abuelo Marcelino Blanco, casado con Celestina Pérez. Pilar pudo seguir sus pasos, pero prefirió emprender su propio camino. «Los números nunca fueron santo de mi devoción», arguye. Recuerda también con orgullo a Celestino Sánchez Rivera, su abuelo paterno, gerente del Hospital y director de El Eco de Santiago y de La Noche.

Nació en el sanatorio Julio Fernández, en el Hórreo, y lloró en una cuna de Xeral Pardiñas, una rúa también en pañales. La calle tenía un tramo ancho y otro estrecho (el callejón de Matacáns). El ensanche cambió la rúa radicalmente «para lo feo».

La moza Pilar se incorporó como secretaria al departamento municipal de Arquitectura». «Aquello era como una familia». Pero la «raptó» para la alcaldía Marcial Castro: «Me resistí a ir y me dijo: o vienes o te pongo un decreto». Marcial «era inteligente, un gran político y fue una pena que la política lo perdiese». Y Estévez «un compostelano de pro y un gran impulsor de la cultura de Santiago».

El presidente Albor la incorporó a su secretaría, y allí se desternilló con Rajoy. «Mariano era fantástico, simpático a rabiar, con una sorna gallega de cuidado». Cualquiera lo diría. «Es que no tiene que ver la imagen que da con la retranca que tiene. Es muy divertido», dice. La moción de censura a Albor le indujo a retornar a Raxoi.

En su etapa municipal le quedó especialmente grabado en su memoria el motín de la violación de una mujer en el depósito municipal por un guardia: «Lo viví con una tensión terrible». Los musculosos brazos del ujier Macario fueron providenciales para que la gente no invadiese la secretaría.

Hubo otro momento embarazoso en el que los nervios afloraron irremisiblemente. Estando en Arquitectura se recibió el aviso de que había una bomba en las torres de la Catedral: «Era un fin de semana y la policía no había podido desactivarla. Hubo que esperar al lunes para lograrlo. Nosotros estábamos enfrente y temíamos que el artefacto explotase». La fortuna, tras la angustia, sonrió.

Cabeza amueblada

La última temporada municipal de Pilar discurrió en Facenda y vio desfilar por allí a varios ediles. Leiceaga era «una cabeza muy bien amueblada». Andrés Fariña, «un hombre encantador al que no se le valoró su esfuerzo. El más elegante en muchas corporaciones». Rosa Fernández, «un encanto, muy lista y divertida». Cecilia Sierra, «gran persona, trabajadora, que ha tenido que lidiar con dos áreas complicadas». Y Carlos Nieves: «La alegría de la concejalía, con un humor inagotable. Nos puso el aire acondicionado».

¿Algún encontronazo con alguien? «Ninguno». Pobre del que lo intentara, con el respeto que inspira Pilar. «En el trabajo yo era muy seria. La Pilar del trabajo no es la de la calle», comenta. Eso sí, tuvo «días de reventar» con algún ciudadano plomizo: «Hay gente que por pagar impuestos cree que tiene derecho a todo, y no es así».