García Barbón

FIRMAS

28 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Este año, el Teatro García Barbón está de aniversario. Ha cumplido 75 años desde que, el 23 de abril de 1927, abrió su telón para la representación de la opereta Madame Pompadour, a cargo de la Compañía Reina Victoria de Madrid. La efeméride ha pasado sin gloria. Bien al contrario que en 2009, cuando Caixanova organizó grandes fastos para conmemorar los 25 años de la rehabilitación del edificio, desde entonces llamado, sucesivamente, Centro Cultural Caixavigo, Centro Cultural Caixavigo, Caixapontevedra y Caixaourense, Centro Cultural Caixanova y, finalmente, hoy, Centro Cultural Novacaixagalicia.

Solo esta retahíla de nombres parece suficiente razón para decir que ya basta. Y que ha llegado la hora de enterrar esas denominaciones financieras absurdas para recuperar el nombre del teatro: García Barbón.

Así lo conocen todavía miles de vigueses de bien, que al llamarlo de esta forma honran a un gran benefactor de la ciudad, injustamente desposeído de un teatro que pagó de su dinero. Cada vez que leo Centro Cultural Novacaixagalicia me llevan los demonios. Porque soy un vigués muy enfadado con todo lo sucedido últimamente. Y porque, además, creo que José García Barbón no se merece esto. Ourensano de Verín, emigró a Cuba y amasó una fortuna. Allí conoció a otro empresario, Policarpo Sanz, con quien mantuvo una íntima amistad, que merecería ser narrada. Solo diremos que sus calles aún hoy están unidas y son prolongación una de la otra.

A su regreso a Galicia, García Barbón se asentó en Vigo, en la finca Vista Alegre. Aquí sostuvo económicamente la Casa de Caridad y financió la construcción de la Escuela de Artes y Oficios. Su fortuna fue empleada, tras su fallecimiento, para pagar la reconstrucción del Teatro Rosalía de Castro, devastado por un incendio en febrero de 1910, al año siguiente de su muerte.

Cuando fue inaugurado, en 1927, el Teatro García Barbón, obra de Palacios, se convirtió en una referencia del país. Y no solo por su magnífica arquitectura. También, por el lujo de sus contenidos. Los diarios destacaban su decoración «en piedra, mármol, bronce, maderas finas, mosaicos, vidrieras artísticas, pintura, ventilación forzada por turbinas inyectoras de aire filtrado...». En conjunto, aquel teatro maravilló a todos.

En los 70, la Caja de Ahorros Municipal de Vigo se ocupó de su rehabilitación. Reabrió sus puertas en 1984, tras el magnífico trabajo de Desiderio Pernas, con esculturas de Oliveira. Pero fue un grave error hurtarle su nombre original para darle el de una entidad financiera. Hoy, cuando esa entidad se ha desmoronado, es más oportuno que nunca devolver a este edificio el nombre que nunca debió perder. Es de vigueses agradecidos llamarle Teatro García Barbón.

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