De controlarse realmente las transacciones de dinero en efectivo -hay quien pone en duda que se lleve a la práctica y cree que todo se quedará en agua de borrajas, como otras medidas de control fiscal anunciadas con anterioridad- dejarán de repetirse situaciones como las vividas en otros tiempos en la ría y que forman parte del anecdotario que en nada ha beneficiado el buen nombre de comarca.
En el recuerdo de los arousanos todavía está presente aquella imagen de hace unos treinta años, cuando Esther Lago llegada al banco con la bolsa de la compra llena de billetes y en la sucursal le hacían la ola. Es, quizás, el caso más llamativo, pero hay otros muchos. Constructores y albañiles que cobraron en mano fajos de billetes por obras realizadas en las nuevas casas almenadas, cocinas que se reformaron de un día para otro antes de ser estrenadas porque a la mujer del propietario no le gustaba el color de los azulejos, billetes escondidos en bodegas, en pozos y hasta en electrodomésticos que llegaban al banco húmedos sin que nadie se hiciese ninguna pregunta...
En los últimos años han cambiado mucho las cosas y las propias entidades bancarias tienen sus departamentos de control de fraude fiscal, pero hasta la fecha su actuación dependía más de la voluntad que de una verdadera normativa legal. Por eso España era el paraíso donde más abundaban los billetes de 500 euros.